Decidir el nombre de tus hijos

Cuando tienes pareja hay una conversación que más tarde o más temprano va a aparecer si la cosa va en serio: qué nombre le pondréis a vuestros hijos. Aunque sea de forma jocosa. Normalmente el tema lo saca ella y los hombres podemos reaccionar de varias maneras. Como por ejemplo huyendo por la puerta o por la ventana. Va a gustos. Sí, a los hombres nos da un nosequé esto de hablar de los hijos y siempre nos parece demasiado pronto. Siempre:

– «Cariño, habrá que decidir ya el nombre del niño, ¿no?»
– «Bueno, bueno; no me agobies. Ya si eso más adelante…»
– «¡Pero si el niño tiene 7 años!»
– «Pues eso, qué prisa hay. Si total cuando le digo «eh, tú» siempre contesta»
– «En el colegio quieren echarlo porque la profe cree que le vacila cuando le dice que su nombre es ‘¡eh, tú!'»
– «Me estresas»

Aunque también puede que seas de esos a los que les entra la paranoia. Imaginad por un momento que os lo dice un ligue de discoteca de una noche. En pleno acto sexual te suelta: «¿Y si es niño qué te parece Miguel?» No sé vosotros, pero yo la sacaría de golpe para rellenar el condón de agua no vaya a ser que esté lleno de respiraderos. Que igual alguno muy paranoico lo ha hecho: rellena todos los preservativos de agua. Luego no te sirven de nada, pero te quedas tranquilo. Y si los puedes usar de aspersor para regar las plantas mejor huye y no mires atrás.

Pero bueno, también puedes tomártelo de otra manera y aceptar la conversación. Igual vais en serio o te gusta hablar de nombres y elucubrar sobre el futuro. Así que sigues la conversación y empiezan a salir nombres de niños. ¿Qué decisiones has de tomar para decidir un nombre? Bueno, la primera y más importante es no ponerle el nombre de alguien que conoces que te cae mal. Por eso hay gente que se llama Eustaquio, porque le caía mal tanta gente que fue el único nombre que estaba por usar.

Luego hay que evitar los nombres que puedan provocar chistes en el colegio. Los niños son muy cabrones y hay que evitar darles los chistes hechos. Que se los tengan que currar. En esto conviene no tomárselo a la ligera ni dar por hecho que hay nombres con los que no se pueden hacer chistes. Probablemente eso lo penséis si no me conocéis a mí. ¿Os parece que Sara es un nombre que da lugar a bromas? No, ¿verdad? Eso se pensaba el ex-jugador de fútbol Engonga. Que llamó a su hija Sara con toda su buena voluntad, llegó al colegio y…

– «¿Cómo te llamas?»
– «Sara Engonga»
– «Noh vamoh a comé»
– «¡Sara Engonga!»
– «¡Un arró con bacalao!»

Un desastre absoluto para toda su vida.

Pero a mí lo que me resulta chocante es que existan nombres basados en elementos cotidianos, pero haya otros que no. Es decir, ¿por qué una niña puede llamarse Magdalena y no Croissant De Chocolate? ¿O Chucho de Crema? Joder, sería un nombre original. ¿Por qué Magdalena vale y los demás no? ¿Es algún tipo de racismo para con las otras pastas? ¿Podré llamar a mi hija Buñuelo o a mi hijo Churro? Bueno, por poder podría. Eso sí, mi pareja me la cortaría y mis hijos me meterían en la residencia de ancianos Tu Último Guantánamo.

Eso por no hablar de las partes del cuerpo humano. No sé por qué hay gente que se llama Corazón – les suelen llamar Cora después – y sin embargo no conozco a nadie que se llame Hígado. ¡También hace su función! O Cerebro. Bueno, en este caso sí, pero en los dibujos animados: Pinky y Cerebro. ¿Algún día veremos a alguien llamarse así? Seguro que no lo veríamos de presidente del Gobierno. Y por no hablar de las plantas. Hay quien se llama Rosa o Margarita pero no hay nadie que se llame Cardo. Me pregunto por qué.

Total, que después de largas discusiones con tu novia al final os ponéis de acuerdo y decidís entre los dos que los nombres que pondréis a vuestros hijos son… Exactamente los que ha propuesto ella. Por algo será.