Una mujer rusa da a luz en un bosque mientras los guardias luchan contra los osos
La mujer protagonista de nuestra noticia loca de hoy estaba tan feliz en casa en su semana 40 de embarazo descansando tan ricamente esperando a bien que su querido churumbel saliera a la luz. Por una de estas cosas de la vida forestal, al marido de esta buena mujer le dio por ir a pescar. «Vente Aleksandra, vamos junto al lago con nuestros primos, no te vas a quedar tú sola aquí, ¿y si te da por parir?» Qué cosas, eh. No se quedara la muchacha sola en casa pariendo, pudiendo estar mucho mejor en el lago rodeados de la nada donde dar a luz rodeada de animales salvajes.
Porque allí en Rusia van a lo grande. Aquí en el bosque como mucho te pica un mosquito; o ves una ardilla. Poco más. En España en el pasado – por lo que dicen los especialistas en tópicos – una ardilla podía recorrer de norte a sur la península saltando de árbol en árbol. Allí lo más pequeño que salta es un oso. De árbol en árbol. Rompiendo ramas. Viviendo a tope. El caso es que como todos los astros estaban alineados para un glorioso momento, así sucedió: la chica se puso a parir. Para colmo cerca de medianoche. Claro, imaginad la dantesca situación, como diría Piqueras. En medio del lago, alejados del mundanal ruido de la ciudad y los hospitales; el paraíso para las partidarias del parto natural. Más natural que eso, poco.
El problema viene con un pequeño detalle que tienen los partos: se sangra mucho. ¿Y a quién atrae el olor de la sangre? A los depredadores, claro. Una presa fácil, una humana pariendo. Festín para los osos trepadores de la estepa. El marido intentó llevarla en coche al hospital en un ataque de sentido común, pero no estaban en el sitio mejor comunicado de la historia así que su coche quedó encallado en un charco grande. Aún no sabe cómo, consiguió comunicarse con un hospital – probablemente usando el canto de los pájaros – y acudieron allí policías, médicos, trabajadores de emergencias… Hasta una señora de esas que se coloca detrás de una valla a decirle guapo al rey. «¡Empuja, muchacha!»Mientras tanto, claro, los osos y otros animales de malas pulgas se acercaban al lugar oliendo a comida recién salida del horno. Cuando llegaron los guardias empezaron a disparar y a ahuyentar a todo bicho viviente con exceso de hambre para que no interrumpieran la llegada a la vida de una nueva niña. Por suerte para todos los implicados, excepto para el oso que llevaba siete días sin probar bocado, todo fue bien y la bebé llegó al mundo sin más problemas. Esperemos que ahora no se la lleven a pescar cuando esté con la gripe. Por caridad.
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