A la vejez, Facebook
El momento más temido por un joven hoy en día cuando accede al Facebook es encontrarse con la peor solicitud de amistad que puedes recibir: la de tu padre. O de tu madre. Lo mismo da. Es el momento de abrir o no la puerta hacia tu mundo de amistades con todo lo que eso puede implicar. Tus padres son esas personas – probablemente junto a tu novia y ex‘s – que saben más cosas vergonzantes de ti. ¿Estáis seguros de darle la llave de los comentarios inesperados?
Sí, porque si de algo son expertos nuestros padres es en hacernos pasar vergüenza delante de los demás. Ya no es cuestión de mostrarles o no tu vida fuera del hogar, que también; sino de que cualquier hecho relatado en Facebook puede recibir un comentario que te deje en pelotas. Por ejemplo, te etiquetan en una foto tuya en actitud cariñosa a la par que etílica con una muchacha y tu padre de repente comenta: «Ay, menos má, ya pensábamos que nos habías salío maricón». Y claro, vergüenza, comentarios indignados de gente que tacha a tu padre de homófobo, polémica… ¡No queráis esto en vuestros muros!
Por cuestiones de privacidad no creo que os preocupe, eso sí. Es curioso como cuando somos adolescentes nos cuesta horrores contarles a nuestros padres lo que andamos haciendo por la calle, sin embargo en Facebook saben hasta la hora en la que vamos a cagar. Si ya llenamos Instagram de fotos de comidas, ¿cuánto falta para que se ponga de moda colgar fotos de nuestro resultado? La típica foto de «aquí, sufriendo»; pero contigo en el trono apretando fuerte. «#cacagram». Lo veo.E igual las generaciones más jóvenes están acostumbrados a esto. Al fin y al cabo los padres de adolescentes de hoy en día son generaciones que han vivido la evolución de Internet en su madurez. Muchos de ellos, incluso, obligan a sus hijos a agregarles en las redes sociales para darles permiso para crearse una cuenta. En mi generación ya no es tan así, nuestros padres son mayores y vienen del mundo analógico, es decir: no vienen enseñados. Resumen, hay que enseñarles. Argh.
Es tremendamente difícil enseñar conceptos que tú tienes asimilados y normalizados a gente que no tiene ni puñetera idea. Corres el peligro de decirle que abra una ventana y termines con una ventolera en la habitación bastante considerable. O que cierre la pestaña y te diga que no ve nada con los ojos cerrados. O que le digas que guarde un archivo en una carpeta y coja el monitor para meterlo en un carpesano con pegatinas de Toi que tenías por casa. Todo mal.
Aunque no lo creáis, los ordenadores todavía son un misterio para muchos padres. No llegan al punto de creer que es magia, pero casi. Pero una vez han asimilado estos conceptos nuevos relacionados con la informática y no arman un cipostio con ventanas, pestañas y carpetas entonces aprenden a subir fotos al Facebook. Y olvidan completamente el concepto de privacidad. Lo suben todo. Da igual como sea la foto y como esté. Es curioso como tanto los mayores como los adolescentes tienen el mismo criterio para su privacidad: ninguno.
Ambos colectivos suben fotos con la misma ligereza. Aunque al menos a los mayores no les perjudicará una foto de borrachera a la hora de buscar trabajo. No sé si es porque no han vivido la época de internet en la que se usaban nicks y en los que la gente no se atrevía a dar su apellido ni para comprar online. ¿Comprar online? ¿Estamos locos? ¿Quién se atrevía hace diez años? Eso sí, al camarero del restaurante le entregábamos nuestra tarjeta de crédito con alegría.Y ahí que están nuestros mayores informatizados. Quién lo iba a decir. Con los móviles smartphone la cosa se ha ido más de madre, nunca mejor dicho, cuando han descubierto la magia del Whatsapp. Aunque tengan la barrera del teclado, claro. El otro día vi que mi madre me estaba mandando un mensaje en el Whatsapp porque ponía «escribiendo…» Me quedé esperando durante veinte minutos pendiente de la novela que imaginaba que tenía pensada para mí. Yo animaba con pompones desde casa. «¡Dame una h! ¡Dame una o!» Finalmente me llegó su importante mensaje: «Hola«. Espero que nunca jamás intente avisarme de una emergencia por Whatsapp.
Pero todo esto no es más que una celebración de la masificación y la normalización de Internet. Que una herramienta tan útil sea por fin abrazada por la mayoría de la población no puede ser otra cosa que una buena noticia. Hace 15 años éramos unos bichos raros los que nos conectábamos a Internet con un bononet de 50 horas mensuales en horario reducido, hoy el raro es el que no tiene internet… ¡En el móvil! Lo que son las cosas.
Y no, papá, lo siento, no voy a aceptar tu solicitud de amistad en Facebook. Pero te quiero igual, eh.
Yo no tengo paciencia pa enseñarles la verdad. Pero he de reconocer que con mi madre el resultado ha merecido la pena, por whatsapp escribe lenta, eso sí, pero las conversaciones que tenemos no tienen desperdicio :P
El peligro con mi padre es que a veces me olvido de cerrar mi cuenta de fb o google y alguna vez ha comentado en webs con mi cuenta y demás. Así que si alguna vez ves una foto de setas subida por mi, probablemente no he sido yo xD
pd. MIRA MIRA HE VUELTO
Ahora que releeo, «pa enseñarles, la verdad», y no «pa enseñarles la verdad». La verdad es mía y sólo mía.
Bieeen, ¡ha vuelto Patri! Sobre las fotos de setas no es tan problema, si fuera algo que rima con setas igual sí que tendrías un problemilla :P
A mí con mi madre me ha venido fantástico el Whatsapp para que use menos las llamadas por cualquier chuminada.