De Black Fridays, Cyber Mondays y otras zarandajas

Cereeebros

Cereeebros

Es prácticamente imposible que no te hayas enterado de que el viernes pasado fue el Black Friday. Una nueva tradición americana que hemos importado a nuestra manera. Me alegré cuando llegó, sinceramente. Porque llevábamos dos semanas de Black Friday en realidad y no había manera de que llegase el maldito fin de semana. Yo pensaba que las ofertas eran un día puntual, pero no; aquí tenemos dos semanas enteras de bombardeo total de ofertas y ante tal saturación a uno solo le queda una opción: no comprar absolutamente nada.

Estas cosas me provocan el efecto contrario, mientras más quieren que compre más ganas tengo de ahorrar. Seguro que fue lo que le pasó a Jesús Vázquez para terminar haciéndose gay, le tiraban tanto la caña las mujeres cuando hacía el programa «Hablando se entiende la basca« – joder, qué referencias más chungas tengo – que terminaron gustándole los hombres. «¡Dejadme en paz, salidas! ¡No quiero más tetas! ¡Fuera!». Gay por saturación. Puede pasar.

¡Míiaaaggh!

¡Míiaaaggh!

Lo mismo con las ofertas. Este tipo de promociones intenta provocarte la sensación de sentirte mal si no aprovechas alguna de estas rebajas. Y sólo son útiles de verdad si sabes el precio original de las cosas. Porque si no, te tienes que fiar de ese precio tachado tan bonito que te pone la tienda. «Antes 199€, ahora 2€» «¡Pero si son unas pinzas de tender!» «Uy, que se acaba el petroleo, no sabes lo caro que se está poniendo el plástico, ¡aprovecha! ¡Rebaja del 95%!» Y claro, picas y te compras esas magníficas pinzas de colores que quizá eran más baratas antes de la oferta.

Pero a mí lo que más me preocupa es ver esas mareas de personas acudiendo en masa al hipermercado en busca de esa oferta perdida. Vi un vídeo ayer que fue el que lanzó el resorte que me hizo escribir este post: una serie de personas adultas y supuestamente libres habían decidido ir a la puerta de unos grandes almacenes. En cuanto abrieron la puerta se lanzaron todos en tromba, como zombis golpeando una ventana apuntalada con tablas de madera. Caían, se pisoteaban, pasaban por encima… Solo avanzaban, como si sus cerebros hubiesen sido desconectados por un ser más poderoso que ellos: la codicia. En cuanto se acercaron a las estanterías, había algunos que se tropezaban y empujaban por llevarse una caja gigante con un televisor de 50 pulgadas. Me cuesta creer que, si esa gente representa nuestra sociedad actual, vivamos en una sociedad mentalmente sana.

Estos actos dentro del mundo de las ofertas no son más que una demostración del individualismo exacerbado en el que estamos imbuidos. Esos señores que pisotean a los demás para llegar antes a una oferta, independientemente de si le han dejado el tobillo colgando o la oreja sangrando al de al lado. «¡Socorro! ¡Me cuelga una oreja!» «¡Mejor! ¡Así no me quitarás los auriculares al 50%!» La realidad hoy en día es que nos preocupamos demasiado por nuestras compras tecnológicas y no tan tecnológicas. Nos preocupa un modelo de sociedad donde tengamos el «derecho» a comprar aquello que nos venga en gana. Poder permitirnos un iPhone o la última Thermomix es mucho más importante que poder permitirnos una sanidad, una educación o que permitirnos poseer una vivienda digna solo sea apto para aquellos que quieran venderle su alma al banco. Nuestros gastos van encaminados a lo inmediato, a lo banal; y no nos damos cuenta de que poco a poco nos vamos alejando de una sociedad donde lo básico de la vida humana sea lo que prime por encima de todo lo demás. Y así nos va.

4 Respuestas

  1. Patri O. dice:

    A mí me parece vergonzoso. Pero es que es verdad, yo andaba pensando «jo, han sido el BF y el Cybermonday y no he mirado nada». En plan que había dejado escapar dos buenas oportunidades. Pero luego caí en la cuenta de que no necesito nada, entonces por muy de oferta que esté algo, más barato me sale no comprarlo xD En cualquier caso, lo de la gente es directamente perder la dignidad. Me daría para escribir un subpost de tu post (en momentos como este echo de menos tener mi blog…). Pero es que ese borreguismo me pone negra. Bastante poco sentido le encuentro al hecho de que haya gente que le gusta ir de compras como modo de entretenimiento (y una de mis mejores amigas es un poco de esas), la emoción por las rebajas de siempre está ahí ahí, pero este nivel de majadería me hace perder la fe en la humanidad.

    • morri dice:

      Yo suelo caer en ofertas puntuales y demás, porque mi grado de consumismo está ahí. No soy ningún ejemplo de dignidad anticonsumista; pero soy consciente de esa falsa necesidad que nos crean por mucho que caiga en el mismo pecado. Cuando es tan evidente como en los black friday y es tan exagerada esa búsqueda de la venta compulsiva, me crea el efecto contrario y termino llevando la contraria. Es repulsión hacia aquello a lo que me siento obligado a hacer. Me pasa un poco con todo.

  1. 29/11/2016

    Información Bitacoras.com

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  2. 17/02/2020

    […] Eso les despista, pero enseguida ponen el dedo en la línea que indica la siguiente oferta y ahí siguen. Dale. Erre que erre. Su protocolo es ser incansables. El nuestro también lo […]

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