El buzoneo
Vivimos en un mundo en el que está mal vista la publicidad. Nos corta las películas a la mitad, la ponen justo cuando la serie que nos gusta le queda un minuto o avisa a los ladrones de pisos de cual es nuestro horario. Pero, ¿cuál es la palabra mágica que abre todas las puertas de todos los edificios de este nuestro país? «¡Correo comercial!» ¡No será tan malo entonces! Oímos correo comercial y le damos al botón de abrir del interfono como si de un resorte se tratase. ¡Pase usted y déjeme un folleto que aprovecharé el Family Days!
Probablemente ese es uno de nuestros deseos. Los folletos de publicidad que nos dejan en los buzones suelen traernos ofertas suculentas y a veces hasta dan hambre. Pero lo que tiene valor de verdad son todas esas personas que viven de dejar papeles arriba y abajo. Yo lo he vivido en varios de mis amigos que han trabajado los veranos de su adolescencia pateando las calles de varios pueblos a pleno sol. ¿Habéis visto algún papel publicitario en medio de la calle sobre un charco? Era un amigo mío. O lo que quedaba de su piel.
Unos titanes de aguantar el duro calor del asfalto en pleno Agosto. La verdad es que los admiraba. A pesar de que muy probablemente se escaqueaban todo lo que podían dejando un mazo en alguna esquina escondida y terminaban en un bar bebiéndose algún refresco carbonatado. Es comprensible. Algunas esquinas de esos pueblos se han convertido en un monumento a la publicidad, tantos mazos acumulados terminaron formando una escultura de papel digna de rotonda.
Lo mejor de todo era su jefe, nada de empresas profesionalizadas como Geobuzón o cosas así. Ni de coña. Trabajaban – en negro, imagino – para un señor que tenía una furgoneta grande y una querencia discutible por el sol y sombra a primera hora de la mañana. Lo de jugarse el tipo a 35 grados a la sombra no es nada comparado con viajar de pueblo en pueblo a bordo de un vehículo conducido por un Fernando Alonso dopado con carajillos. Exceso de grados en el asfalto, exceso de grados en sangre. Supongo que cada mañana antes de ir a currar, mis amigos rezaban un Padre Nuestro. Y porque no se sabían ninguna más.
Hoy en día imagino que con el mundo tan profesionalizado que tenemos para todo, ya no existirán este tipo de trabajillos. Ahora los que quieren hacer buzoneo de sus productos, lo pueden hacer con empresas que se dedican a eso en exclusiva. Con su logística y su canesú. Sin embargo, es curioso como mis amigos a pesar de haber trabajado en peligro durante unos cuantos veranos, recuerden con cierta nostalgia aquellas historias de buzoneo frenético. Quizá es que éramos jóvenes púberes y entonces todo era una aventura.
Muy buen artículo, muy interesante!
El buzoneo tradicional sigue siendo una herramienta clave de marketing
El buzoneo está muy bien pero hay que pensar siempre en un buen diseño
Yo odio cuando despues de una semana sin mirar el correo lo tengo a petar por cosas como esta