Candy Crush Droga
«No pasa nada» – me decían. «Pero si todo el mundo lo hace» resonaba en mi cabeza. Pero yo me negaba. No quería caer allá donde todo el mundo a mi alrededor había sucumbido. No quería formar parte del redil, de los débiles de mente que terminan en los suburbios de la ciudad. No quería ser uno más. Pero el fenómeno me llamaba poderosamente la atención y a la vez quería hacer chanza de los caídos bajo su influjo. Así que me dispuse a adentrarme en su mundo cual Samanta Villar y decidí hacer una especie de 21 días… Jugando al Candy Crush Saga. Y ahora, cuando cierro los ojos, solo veo chucherías, caramelitos y una voz de ultratumba que dice: «Ttaaaasttyy, deeelicious»
Estoy enganchado. Me dejé atrapar por su aparente candidez y su envoltorio naïf; para luego caer en las más profundas cavernas de lo jugable. La premisa del juego es sencilla, es un Bejeweled de toda la vida en el que has de juntar tres o más piezas del mismo color para ir acumulando puntos y cumplir una serie de objetivos. Con lo cual es muy fácil adentrarte en el juego. El primer nivel de Candy Crush es como un camello que te da «la primera gratis». Luego ya vendrás a por más, muchacho, ñiiaahahaha. A partir de ahí la dificultad va aumentando progresivamente hasta convertirse en un demonio con patas que te agarra del culo y no te deja avanzar. Puedes estar atascado en una pantalla semanas, a no ser que… Y ahí llega el negocio.
A no ser que te compres ayudas que harán más fácil la pantalla y puedas pasar al siguiente nivel. Y las ayudas las has de comprar con dinerito fresco. Como un buen camello que te ofrece todo tipo de dulces que mejorarán tu experiencia, Candy Crush te permite comprar mejoras y estar por encima de tus amigos. Esa es la auténtica droga dura. Para cada set de niveles nuevos también has de pagar, pero sino quieres también puedes seguir. Siempre puedes utilizar a tus amigos como tu metadona personal. Has de tener paciencia, esperar a que te manden tickets y así poder escuchar el «all aboard» mágico que te llevará a una nueva dosis de droga azucarada.
Eso sí, en el fondo Candy Crush intenta velar un poco por tu vida personal y laboral. Para evitar que caigas en el vicio durante todo el día, tienes un límite de vidas que se van recuperando cada media hora de tiempo real. Lo hace por tu bien, bueno y también por vaciar los bolsillos de los yonkis. ¿Quieres más vidas? Paga. O espera. O… Cámbiale la hora al reloj. Hasta la maruja más inesperada ha caído en la cuenta que si cambia la hora al reloj de su móvil, ¡tiene vidas extra del Candy Crush! Están muy enganchadas, hasta alertan sobre señores con Candy Crush en la puerta de los asilos ofreciendo una entrada fácil en ese mundo tenebroso de colorines. Una cosa os digo, los cocidos salen todos requemaos desde que apareció esta moda.
Pero no lo tienen fácil. La manera que tiene el juego de putearte es añadiendo nuevos elementos como obstáculos para tu objetivo final. Terminar el juego a día de hoy es una tarea titánica. Hay más de 400 niveles y cada dos por tres añaden nuevos. Y no llegarás así como así, el juego sabe como fastidiarte… Usando dulces. Hasta tal punto es así que le estoy cogiendo asco al chocolate. Con lo que a mí me gusta, pues en el Candy Crush el chocolate es señal de jodienda absoluta. Va apareciendo a cada turno y embadurna todas tus piezas, terminando con cualquier jugada que tuvieras en mente. Estas navidades no habrá bombones en mi casa.
Y así mis 21 días con Candy Crush van para largo. Ahora estoy por el nivel 161 porque ya que me documentaba, había que hacerlo bien. A fondo. No sé como es que elijo estos temas para documentarme y no para hacer un reportaje sobre la mansión Playboy. A veces no me entiendo a mí mismo. Pero no me miréis así, sé que todos estáis enganchados. Os he visto por encima de mí en las clasificaciones. Siempre habrá algún amigo que haya hecho más puntos que tú. Es la dura realidad a la que nos debemos enfrentar. Mientras tanto, recemos para que alguien cree un Proyecto Hombre en el que acepten a jugadores del Candy Crush. Pronto estará lleno de señoras mayores que se dejaron la pensión en chupachups rosas y peces de gelatina. Oremos.
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[…] toda la tarde reventando las burbujitas como un tontito. Poca broma que la OMS lo considera una droga. Existe el Proyecto Hombre de petadores de burbujas. Muy mal […]