Odiar la Navidad
Ni villancicos, ni Belenes, ni Reyes Magos. Lo que se lleva últimamente es precisamente odiar la Navidad. Ebenezer Scrooge no volverá a sentirse solo nunca jamás porque su estilo ha creado escuela: miles de personas abarrotan sus cuentas personales de su red social favorita con mensajes de Feliz Falsedad, la hipocresía de la Navidad o «consumistas todos cabrones» Sent from my iPhone. Es muy difícil ser coherente en contra del consumismo en una sociedad que precisamente para cualquier cosa que quieras hacer tienes que poner dinero de una u otra forma. «Eh, que el sexo es gratis» Bueno, díselo a Pipi Estrada eso. Aún así, los condones cuestan dinero, y si no te lo pones, el premio que viene detrás es más caro aún.
Pero al tema. Hoy en día, con este tipo de mensajes que pueblan la red, lo underground de verdad es declararse fan de la Navidad. Admitámoslo de una vez, a día de hoy ser Flanders es ser un alternativo. Una vez que lo punki ha sido mercantilizado, que muchos chavales ya creen que Ché Guevara es una marca de ropa cool y que la revolución se hace cada día en los comentarios de Menéame de forma bastante aséptica para lo que vienen siendo las revoluciones, convertirse en un Flanders de la vida, adorar la Navidad y bendecir la mesa es la opción para estar contracorriente.
Y la verdad es que la Navidad tiene multitud de cosas odiosas. Por ejemplo: los compromisos familiares. El gran generador de discusiones de la historia. Si consiguiéramos canalizar toda la energía que se consume en una discusión familiar navideña, podríamos conseguir la ansiada independencia energética y a tomar por saco el déficit de tarifa. Poca broma, el cuñado con el suegro conectados a un cable y éste a un generador. Con un poco de suerte dan energía, se electrocutan y puedes encender la tele gratis y ya no dan por culo nunca más.
Aunque, sinceramente, después de ver las galas especiales que ponían en Nochebuena lo de poner la tele deja de ser una opción. Aparecen esos cantantes en riguroso playback y esa gente celebrando la Navidad en pleno agosto. Y claro, saca lo peor de nosotros porque descubres cantantes que hacía años que no veías y te preguntas: «¿Pero ese estaba vivo aún?» Como es la gente. Y aunque no estuviera vivo, que sino vienen los de Qué tiempo tan feliz, te sacan una ouija y ponen a cantar a alguno con el vaso mientras los triunfitos que no triunfaron, valga la redundancia, hacen los coros cogidos de la mano. «En directo desde ultratumba, gran exclusiva, en 30 segundos volvemos». Si engañan a los pobres incautos con la Anne Germain, ¿por qué no pasarlo al siguiente nivel?
A pesar de que la gente sea solidaria sólo por unos días y aunque nos sintamos obligados a comprar regalos, que quieras que no eso genera empleo oiga que la cosa está muy mal, seamos un poco Flanders por unos días. No nos amarguemos e intentemos pasarlo bien. Seamos underground. Ahora lo molón es ser navideño. ¡Feliz Navidad!
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[…] hartamos de comer y beber… Me cuesta encontrarle esa maldad que le encuentran aquellos que odian la Navidad. ¡Si hasta están contentos los dueños de gimnasios y dietistas con los nuevos clientes que […]