Las reuniones Tuppersex


«Y con todas «ustedas» mi amigo Pichalien»

Hubo un tiempo en el que las mujeres se reunían en las casas para comprar cosas y, de paso, criticar a sus maridos. Todo empezó cuando un señor inventó los Tupperware (Taperguare para las marujas) y empezó a hacerlos famosos vendiéndolos de casa en casa. Así, en poco tiempo se pudo ver como era una forma sencilla de vender la moto a las amas de casa: montemos una reunión, hagamos que se lo pasen bien un rato y de paso les colamos nuestro producto. Eso fue un filón y decidieron vender otros productos de esta manera. Que si cremas hidratantes, cacerolas… Vamos, para que luego digan que lo que hacen en la tele es la Tienda en Casa. Aquello sí que era la tienda en casa. Te venden el producto y pones el establecimiento, vamos, igual que ser puta y poner la cama.


Así pues, visto que la cosa funcionaba mejor que las reuniones de mujeres de la peli Amanece que no es poco en la que incluso se decidía quién era el tonto del pueblo, las adúlteras y la puta; decidieron que ya que estaban con el tema de la cama podían empezar a vender otro tipo de productos más… Más picantones, como les gusta a las marujas decir. «Ay, ¡qué picantón!» Como si cuando tocaran un producto sexual les entraran ciertos picor… Un momento… Corramos un tupido velo. Así es como llegó el Tuppersex al mundo de la venta ambulante. Si las mujeres aprovechan para criticar a sus maridos en estas reuniones, ¿por qué no venderles un sustituto?


Como podréis imaginar yo jamás he estado en una reunión de estas, pero lo he visto en películas. En algunos informativos ya han salido ejemplos de reuniones tuppersex para informar del nuevo fenómeno marujil. De todas formas, lo que se ve en la tele debe de ser light en comparación con la que se debe armar en una reunión de esas. Tiene que ser digno de ver. Sí, porque las marujas tienen la extraña costumbre de gritar como locas cuando les hablan de sexo. Ya me veo a la vendedora: «Aquí traigo, amiguitas mías, el Gustiluz, alumbra y da gustillo» Y todas gritando: «aAAAAaayyy, JUAAAggHHh, JUuuAAGHH, AAAyyy» y mientras tanto el Gustiluz va dando vueltas de campana, vibrando y haciendo extraños ruidos. Y ellas siguen gritando: «Miraaa, miraaaa, aAAYAYYyyyy, JUAAAGHHHh, aayy si lo viera mi Paaacoooo». ¡Un jaleo!


Que esas deben de ser como aquella que hizo sin querer que los vecinos llamaran a la policía pensándose que gritaba socorro, cuando la pobre lo que gritaba era: «¡Me corro!» Y ya os podéis imaginar la situación al llegar los agentes al lugar. Pues estas igual, armando follón con sus vibradores andantes. Hay otras que reaccionan de otra manera, estas son con la risa floja. Se ríen para adentro: «Ju ju ju, oiisshh» mientras se tapan con la mano la boca. Después, entre la risa y los calores de ver una superpolla de goma de treinta centímetros de largo se empiezan a abanicar con lo primero que pillan. «Uuff, qué caloreh man entrao fijate tú, la risa hija, la risa».


Además, terminan sorprendidas por las habilidades amatorias de estos cacharros. Que sacan algunos con movimientos ondulatorios mientras gritan a los cuatro vientos que un hombre jamás haría eso. ¡Hombre pues claro! A ver si ahora además de fornicar los pobres maridos también tienen que saber batir huevos, con todo lo desafortunado de esta frase en este contexto. Que yo creo que esos vibradores son en realidad multifunción, que tanto lo usan para masturbarse como para hacer la mayones… No, mejor no pensarlo. Digo yo que lo lava… No, mejor no pensarlo no.


Llevan de todo: bolas chinas, látiguillos, kits antimaridos torpes… Que eso existe oigan. Todo tipo de artilugios para que las marujas jugueteen con sus cosas a cualquier hora del día sin depender de viagras ni historias raras. Seguro que esas mujeres son de las que en las encuestas les preguntan: «¿A usted cómo le gustan los hombres en la cama?» «Uy, ¿a mí? Pues que sean cariñosos, que me atiendan, me den besitos y me pongan rosas perfumadas. Románticos, eso, románticos» Y luego son las primeras que en una reunión de tuppersex a la vista del Gustiluz gritan como locas al asalto del aparatejo: «¡¡Trae acá pacáaaa ese cacharrrooogghhh!! ¡¡Que yo sabré que hacé con éeelllll!!» Lo dicho, románticas.


A todo esto el tuppersex se ha convertido en un negocio redondo y están fomentando el onanismo femenino a base de bien. Para que luego digan que sólo los hombres hacen esas cosas.

6 Respuestas

  1. 29/12/2011

    […] le encantó “el momento tamborilero en la cara”. Las nietas la querían llevar a un tuppersex, pero ella no quería medias tintas. Según declaraciones del stripper, la señora le llegó a […]

  2. 09/02/2012

    […] sobre todo le encantó “el momento tamborilero en la cara”. Las nietas la querían llevar a un tuppersex, pero ella no quería medias tintas. Según declaraciones del stripper, la señora le llegó a […]

  3. 16/07/2012

    […] mulalla, ahí que puedes ir a jugar al escondite entre balda y balda. Que te quedas sin pilas de tu vibrador favorito a las 2 de la madrugada, ahí está el bazar chino abierto para que puedas tú seguir […]

  4. 24/02/2013

    […] y alumnas poniendo a prueba las enseñanzas? ¿Un potrillo vibrador para las alumnas? ¿Un tuppersex con la abuela de la […]

  5. 10/01/2014

    […] pero yo veo a un montón de mujeres mosqueadas con consoladores gigantes doble punta super vibrator 2000 plus anal pleasure en la mano y salgo corriendo ipso […]

  6. 24/09/2014

    […] llama guarro y niega masturbarse. Que no hace esas cosas. Que sus dedos son vírgenes y puros. Y el dildo gigante de la esquina también. Lo juran. Sin embargo un enorme 40% se masturba porque simplemente […]

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