Los terrores del Delta (I): El misterio
El terror del Delta es un relato que envié a un concurso con otro nombre. El relato no ganó y además necesitaba ciertas correcciones. Me he propuesto pulirlo y publicarlo a trocitos durante las próximas semanas, cada viernes, como si de una serie de televisión se tratase. Es una historia de fantasía con toques de humor en un ambiente rural. Cuando publique el siguiente, actualizaré el anterior con un enlace al próximo, de cara a poder leerlo seguido una vez publicado entero. Os dejo con el primer capítulo, espero que os guste.
Llegué a la casa rural cuando ya anochecía. No era la primera vez que venía a Poblenou del Delta. Había visitado esta zona — incluso esta misma casa — con mi mujer y mi hijo, el mayor, hacía un par de lustros. En esta época del año el silencio y la tranquilidad filtraban el ambiente. La contrapartida era visual: parecía un auténtico secarral. Gozaba muchos más en verano, cuando el paisaje lo inundaba el arroz en flor a través de hectáreas y hectáreas de terreno. En esta ocasión, no estaba aquí para hacer un gran reportaje fotográfico ni a relajarme en sus playas hermosas y casi vírgenes. En realidad, mi motivación era laboral.
Por aquel entonces, me ganaba el pan en un departamento de la policía especializado en sucesos paranormales. Mi labor consistía en desenmascarar aquellos charlatanes que pretendían atemorizar a la población con sus presuntas artes nigrománticas. Nos habían alertado hacía un par de días sobre una serie de acontecimientos extraños que estaban acaeciendo en el Delta del Ebro: ataques de animales a priori pacíficos, mosquitos desbocados, desapariciones en extrañas circunstancias… Después de haber leído los mensajes de socorro, creía que el problema era que habían abandonado el cultivo del arroz para pasarse al de estupefacientes de gran éxito en Jamaica.
No había venido a esta casa por casualidad. Poblenou del Delta quedaba justo en medio entre Sant Carles de la Rápita y la playa. Como la mayor parte de informes que habíamos recibido provenían de esta parte de la bahía y un poco más al interior, necesitaba moverme rápido por esta zona. Había venido solo y el trabajo que tenía por delante prometía ser duro. Debía hablar con muchas personas, tratar de esclarecer los hechos y acabar de una vez con el estafador que estaba alterando la calma del lugar.
Me atendió una chica que no conocía. Siempre nos había atendido Eugenia, una mujer mayor afable y dicharachera, pero aquella noche no estaba allí.
— Buenas tard… Bueno, buenas noches ya a esta hora.
— Buenas noches, le estábamos esperando. No tenemos más reservas para hoy — me contestó la muchacha.
— ¿No está Eugenia? ¿Tiene fiesta?
— No la conozco. Me han contratado esta semana para sustituirla.
— Qué raro. Nunca pensé que dejaría este trabajo. ¿Tienes idea de por qué han podido despedirla? Me sabe mal, la hubiera querido saludar.
— Por lo que tengo entendido, ha desaparecido. — Bajó el tono de voz considerablemente —. Aunque a mí no me lo quisieron explicar. Están pasando cosas muy raras. Si lo llego a saber, no hubiera aceptado este trabajo. — Y empezó a mirar de reojo a los lados.
— ¿Desaparecida? — respondí, sorprendido —. ¿La han secuestrado o se ha fugado porque le ha tocado la lotería y no quiere repartir el dinero? Siempre decía que huiría al Perú y nadie más le vería el pelo. Y eso sería todo un hecho paranormal, sin duda.
— Ni idea. No creo. Yo no haría muchas bromas… Hay gente que me trata como si estuviera loca, pero estoy aquí toda la noche y estos días he visto cosas… Cosas… — No le salían las palabras —. He visto a una bandada de… En serio, no me mire extrañado. Una bandada…
— No se preocupe. Estoy aquí para investigar estos casos, créame si le digo que he oído de todo.
— ¡Una bandada de flamencos, así como si fueran zombis, no sé, eran tenebrosos! — Exclamó la recepcionista en voz baja, como si al mencionarlos fueran a aparecer de nuevo.
— ¿Y tiene algún documento gráfico? Tengo curiosidad. — Le dije, sin mostrar un ápice de sorpresa. Era el tipo de preguntas que desembocaban en algún tipo de justificación que no valdrían ni para medio programa de Cuarto Milenio.
— Algo tengo. Los vi pasar por delante de la casa, pero cerré las puertas. Atiné a hacerles un par de fotos mientras pasaban y uno se giró hacia mí con los ojos en llamas. Me escondí y me ignoraron. Pero pasé mucho miedo. Mire — se arropó a sí misma cruzando los brazos tras entregarme su móvil.
Observé las fotos, pero como me temía se veían fatal. Estaban borrosas y temblorosas, como si un terremoto de grado siete en la escala Richter hubiese estado sucediendo en sus manos. Parecía que algo se movía en las fotos: una especie de sombra oscura cruzando la calle, pero no podía apreciar nada. Tenía que hacer un acto de fe.
— No se ve muy bien, pero le creeré — mentí, solemne, a la joven.
— No soy la única que los ha visto. Campan a sus anchas por todo el pueblo, ¡y por todo el Delta! No sé por qué vienen a por nosotros, siempre han sido muy pacíficos.
— No se preocupe. Estoy aquí para investigar estos suces…
No había terminado la frase que vi a la chica agacharse de forma muy brusca. Recuerdo, a duras penas, que cuando giré la cabeza pude ver durante un microsegundo como se abalanzaban sobre mi cara miles de mosquitos. En mi memoria, sin embargo, quedaron grabadas las terribles ronchas que engalanaban mi rostro al día siguiente.
Siguiente capítulo: [Los terrores del Delta (II): El antihistamínico]
Te escribo desde Buenos Aires, Argentina. Te sugiero comenzar tu relato con unn»gancho literario», un párrafo que te deje la boca abierta, que atrape al lector. No «llegué a la casa rural cuando anochecía…..».
¡Hola, Alejandra! Muchas gracias por tu apreciación, la verdad es que puedes tener razón. Empiezo muy light. Quizá en un relato corto, por mucho que el original lleve 10 mil palabras y tenga un arranque lento, debería haberme planteado empezar con algo más impactante. También va a gustos pues no todos los libros empiezan con una frase memorable, pero es interesante tu opinión y la tendré en cuenta. A ver qué te parece lo que sigue a pesar de que el inicio no te enganche.
«Después de haber leído los mensajes de socorro, creía que el problema era que habían abandonado el cultivo del arroz para pasarse al de estupefacientes de gran éxito en Jamaica.»
Esa frase me ha matado jajaja
Seguiremos pendientes del misterio
¡Muchas gracias, Patri!