Los grupos de Whatsapp
Si Dante Alighieri hubiera sido contemporáneo nuestro y hubiese escrito la Divina Comedia en estos días, sin duda habría creado diez círculos del infierno en vez de los nueve que contenía el original. El décimo estaría reservado para el mayor castigo que puede sucederle a un ser humano: que le agreguen a cien grupos de Whatsapp sin la opción de «silenciar grupo y no mostrar notificaciones». Nuestro amigo Dante sufriría de terribles alucinaciones, estrés postraumático y traumas inenarrables ante tal invasión de notificaciones, memes y vídeos de dudoso gusto. Un horror.
E igual no hace falta, igual con cuatro o cinco grupos – o dos, o uno – es suficiente para que la convención de Ginebra se reuniera de nuevo para incorporar a los grupos de Whatsapp como tortura de lesa humanidad. En resumen, los grupos de Whatsapp son un coñazo. Todos los habéis sufrido en algún que otro momento hasta tal punto que un día en Whatsapplandia – tienen tanto dinero ya que pueden considerarse un país – decidieron añadir una opción que te permite «silenciar un año».
¿Pero es suficiente un año? ¿Le parece demasiado a Whatsapp lo de silenciar un año? ¿Por qué no toda la vida? Pues igual es que los Whatsapperos o Whatsappenses creen que si de verdad quieres silenciar un grupo de por vida es que en realidad quieres abandonarlo. Y que para eso mejor te pires. Si te molesta tanto, sal. Pero es que no nos conoce a los seres humanos de la pradera, no nos conocen. Un grupo de Whatsapp no se abandona tan fácilmente por la misma razón por la que no te borras del gimnasio: por si acaso. ¿Y si un día dicen algo importante y tú no estás ahí para enterarte? Que a veces esto llega a extremos en los que hay grupos en los que nadie dice nada desde hace años, pero nadie se atreve a dar el primer paso. ¿Y si pasa algo? ¿Y si se enfadan? No pasará, nadie se enfadará. Están esperando a que alguien sea el primero para salir todos en manada. Sal tranquilo, da el primer paso. Ánimo. Tú puedes.
Así pues los grupos de Whatsapp se multiplican porque no abandonas los que ya tienes y siempre aparece algún grupo nuevo. Haces un curso y se forma el grupo del curso de macramé, para contar vuestros frenéticos avances. El de los colegas de un foro de internet, el de los colegas del pueblo de tu padre, el de los de la universidad, el de los que os encontráis en el bus todos los días, el de la asociación de testigos oculares de abducciones marcianas… De todo en el móvil. Y en cada uno de ellos se suelen repetir las mismas situaciones. Pongamos por caso:
– El dueto o el Pimpinela. Es decir, hay un grupo de 70 personas mínimo y de repente se sucede una conversación en la que solo hablan dos personas. A nadie le interesa porque están hablando de sus cosas así que nadie mete baza. Igual es una pareja y todo que están hablando de las lavadoras que tienen que poner al llegar a casa. Ante esta tesitura lo único que queda es que alguien les suelte: «¡Iros a un hotel!» Como sutil indirecta para que abandonen la conversación en el grupo y marchen a un privado donde hablar tranquilos de sus trapos sucios.
– El del síndrome de Diógenes de memes. Ya hay memes que no nacen en la web, sino que Whatsapp se ha convertido en el gran difusor de la chuminada. Aún más rápido que el e-mail o cualquier red social como Facebook. Directo al grano. Así que a la mínima que no te lo esperes recibirás fotos de Julio Iglesias diciéndote que lo sabes de múltiples maneras y vídeos que mejor no ver a la hora de comer. Por suerte tenéis la vista previa de los vídeos, pero ya sabéis de qué amigos podéis abrir los vídeos y de quienes no.
– La ex en el grupo. Hay grupos en los que no se puede hablar de algunas cosas. Por ejemplo, en tu grupo de amigos había una pareja y ya no; pero aún así permanecen en el Whatsapp porque se mantienen los amigos en común o directamente eráis una colla unida. A partir de ese momento hay cosas-prohibidísimas-que-no-se-pueden-decir. Dependiendo de lo civilizada que haya sido la ruptura, mandar fotos de saludo con tu nueva novia igual no es bien recibido y pasa a ser una conversación Pimpinela. Mucho cuidao.
– Gente que queda para hacer cosas. «¿Dónde estáis?» «En la calle Pascual» «No te veo» «¿Y ahora? Estoy cerca de la puerta de la tienda de la Paqui» «Que no es la Paqui, es un paki» «Bueno, eso, estoy cerca» «¿Y ahora? Sigo sin verte» «Ya llegamos nosotros» «¿Dónde estáis?» «Ya cerca» «No os veo» Plaza de la Puerta del Sol, sábado a las cinco de la tarde. Un grupo de amigos no se encuentra porque aún no han levantado la mirada del móvil para verse. «¡Deja de mirar el puto móvil que estoy aquí!» Hasta que uno la levanta. Tres horas después alguien en el grupo pone: «¿Qué? ¿Ya os habéis encontrado? JA JA» Y en realidad no, muchos se fueron para casa. Tantas comunicaciones para esto.
– Mensajes a horas intempestivas e inesperadas. Lo malo de no silenciar los grupos es que son impredecibles. Así como en general nadie te envía un mensaje por Whatsapp a la hora que se suele dormir, siempre puede pasar que en los grupos tengas amigos que trabajan por turnos, se emborrachan cada noche o padecen de insomnio. Si por lo que sea están viendo la teletienda a altas horas de la madrugada y quieren hacértelo saber, lo hacen. Y tú te despiertas, miras el móvil y sientes irrefrenables tentaciones asesinas al ver una foto del último blanqueador de dientes a base de Tippex. Posiblemente ha habido más de un homicidio por esta causa que luego los jueces han absuelto: «Lo entiendo, ¡inocente!». Y para casa.
– Conversaciones a las que llegas tarde. ¿Alguien ha estado ocupado todo el día y ha abierto el móvil y se ha encontrado con trescientos mensajes de un solo grupo? ¿Alguien en su sano juicio se ha leído entera la conversación? Lo mejor es que posiblemente la mitad de los comentarios dicen: «Qué raro, qué callado que está el morri, ¿qué estará haciendo?» Y lo que contestan todos son guarradas de todos los tipos. Mejor no leer.
En definitiva, que todos habréis sufrido a alguna de estas situaciones en vuestros múltiples grupos de Whatsapp. Pero aún así estamos atrapados si no queremos ser un llanero solitario ajeno a las modas y costumbres sociales. Bip bip. Perdonad, tengo que contestar. Hay alguien que piensa que no estaba contestando porque estaba con las manos muy ocupadas. Hasta luego.
Lo de quedar a mí me ha pasado mucho, me jode un montón cuando estoy intentando hacer algo y los demás han quedado y me toca tragarme todos sus mensajes. Suerte del silenciar…
Me ha encantado!