El colegio: Los repetidores

Para un universitario, la figura del repetidor puede ser cualquiera, todos estamos de una forma o otra repitiendo aunque sea una asignatura. En el colegio, por el contrario, el repetidor era una figura totalmente distinta. Todo el mundo tenía miedo a repetir por no conocer a nadie y perder a tus amiguetes, pero en realidad, el repetidor, era el rey de la clase.


El repetidor era aquella persona que en 5to de EGB ya fumaba y tenía barba. Se han dado casos extremos en el que el repetidor llegaba a coincidir con su propio hijo en clase. Un hijo, que a pesar de todo, le sale listo y acaba pasando de curso antes que su padre. Pero bueno, este es un caso extremo que no vamos a contar.


Habitualmente el repetidor era un gamberrete, o gamberro o en algunos casos un tremendo hijodesumadre. Porque hay niveles de repetidores, unos, los más raros eran aquellos que suspendían porque simplemente no hablaban, eran personas extrañas que se quedaban atrás, vivían en su mundo y a los profesores se les olvidaba de pasarlos de curso. Y allí se quedaban hasta que los padres reclamaban por ellos. Más o menos, dos o tres semanas después de empezado el verano…


Sin embargo, la figura clásica del repetidor era aquel que dominaba la clase a su antojo, el que repartía las collejas con inquietante organización: «¡Barullo a Pepito!» Y todos los niños corrían a ajusticiar a Pepito. Luego se preguntaban, ¿qué ha hecho Pepito? «Nada, aprobar todas las asignaturas, qué poco gusto». Luego volvía a la carga y decía: «¡Barullo a Antoñito!» Y todos los niños a darle manteca a Antoñito. ¿Qué ha hecho Antoñito? «Nada, no darme su paga semanal, qué poco solidario».


Así funcionaba la lógica del repetidor. Lo curioso es que aunque repetía las asignaturas no sabía nada y volvía a suspender; lo que pasa es que con la LOGSE y esas cosas lo de repetir ya no se llevaba y los dejaban pasar de curso una y otra vez. «Hace falta gente para la construcción» Decían los profes. Y así iban pasando curso.


Las repetidoras eran las niñas espaviladas, les enseñaban a las nuevas niñas el arte de fumar, aunque tuviesen nueve años; y les decían que habían visto por primera vez un pito. «¿Cómo es? ¿Cómo es?» Decían las niñas. «Pse, pequeñito, pero el del repetidor…». Las niñas exigentes desde que son pequeñitas… Su futuro muchas veces estaba ligado a las tiendas de ropa.


También había repetidores que realmente aprovechaban la repetición de las asignaturas y luego llegaban a aumentar sus conocimientos. Les servía la experiencia de repetir para mejorar, pero son los menos, todos recordaremos siempre al repetidor que fuma y sabe más que nadie de la vida de la calle…