Tipos de profesores


Durante mi larga vida de estudiante he tenido multitud de profesores de todo tipo. Ahora, con el proyecto fin de carrera no tengo clases y no veo a los profes en su salsa – alguno dirá «¡que sea barbacoa! ¡Barbacoa!», recordad: son personas – así que antes de olvidar el mundo de las clases he de hacer una clasificación de los tipos de profesores que hay. Puede que como toda clasificación falten algunos, pero para eso se inventaron los comentarios de los blogs, aunque no lo parezca (y por suerte no es el caso de este blog) no se inventaron para decir «prime» «segun» como en la fila india que hacíamos en el colegio. Así pues, vamos allá:


1. El aburrido: Alguno dirá: «¡Eso son todos!» Ojo, no todos. Puede que uno se aburra en clase porque no le interese el tema, pero no todos los profesores son aburridos. Alguno, como excusa de su aburrimiento menciona a Einstein: «¡Suspendió matemáticas!» Sí, puede que suspendiera, aunque sea una historia apócrifa, pero no por poner que 2 y 2 son 22 y si x tiende a infinito éste se seca. No. A lo que vamos, el profesor aburrido es ese profesor con cara de tristeza, papada, caída de ojos y mirada ausente que abre la boca y deja salir un sonido grave con dejadez mientras lee transparencias tal cual. Ni explica, ni razona, ni pide colaboración de los alumnos. Nada. Lee las transparencias. Y ya está. Al cabo de cinco minutos de empezar la clase hay tres alumnos sobados, dos que se tiran papeles y los demás se ríen mirando a los que se han dormido mientras les hacen fotos y videos que colgarán en Youtube.


2. El que se soba: Este es un caso muy concreto de profesor al que pensé dedicarle un post a él solito. No sé si a alguien le ha sucedido, pero merece la pena ponerlo. Uno se puede quedar dormido en clase por tener a un profesor aburrido o no haber dormido mucho la noche anterior, pero… ¿Alguna vez a alguien se le ha dormido el PROPIO profesor mientras da la clase? Porque a mí sí. Era un profe muy curioso, venía con pantalones subidos hasta el sobaco, riñonera y mosquetón. Que aún no sé como podía subirse tanto los pantalones con ese peso en la cintura. Venía arrastrando los pies, como no, acheperado para alante y se sentaba en la mesa mientras ponía las transparencias desde el PC. Iba hablando, iba hablando y le entraba la morriña, ¡y se sobaba! Se le cerraban los ojos y juraría que un día se le cayó un poco la babilla. Un caso único, probablemente.


3. El cabrón: Todo el mundo ha tenido un profe cabrón. Además, es el insulto que se escoge. Nunca se dice: «Tengo un profe joputa» o «Tengo el típico profe gilipollas». No. Se dice siempre tengo el profe cabrón. Es un prototipo, aunque no todos están cortados por el mismo patrón. Hay distintos grados de cabronura, algunos son los que insultan a los alumnos. Dejándolos en ridículo si no saben contestar algo. En esta anécdota yo no estuve, pero me lo contó un compañero. Una vez uno de estos le preguntó a un alumno con cara de empanao: «¿Lo has entendido?» Y él dijo: «Un poquillo». A lo que el profesor le contestó: «¿Cómo que un poquillo? ¿O sí o no? A ti te viene una tía y te pregunta, ¿te gusto? ¿Qué le dirás? ¿Un poquillo? Será SÍ o NO Para decir seguidamente: «Anda, que nunca te vas a comer un torrao». Si le ves la cara lo entiendes, y la clase se debió partir de risa… Pero… Hay que ser cabrón. Además, estos son los que ponen los exámenes más difíciles, no para comprobar la sapiencia de los alumnos; que eso sería un examen duro. Un examen de cabrón es de los que preguntan cosas que no se han dado en clase, o de idea feliz, o de una mera anécdota. Por ejemplo: «Un día en clase hablé de mi hija, ¿cómo se llamaba? 2 puntos». Esto es de cabrón.


4. El cabroncete: Es lo mismo que el cabrón, pero hace gracia. Se suelen confundir porque este no pone exámenes difíciles ni putea a los alumnos. Pero se comporta como un cabrón en momentos puntuales. Asusta a algún alumno que llega tarde preguntándole el nombre o exige más de la cuenta a alguien que sale a la pizarra solo por diversión. Es inocuo en principio, pero a la vez peligroso porque puede volverse cabrón del todo en cuanto tenga alguna experiencia sexual ingrata o una falta prolongada de cariño.


5. El enrollao: ¡Ojo! No confundir con un cabrón disfrazado de enrollao. Son los lobos con piel de cordero. Huid del enrollado que suena falso. Así con d. Un enrollao de verdad, es enrollao, y el falso es enrollaDo. Son los más peligrosos. En clase se comportan como un profe majete, que saluda a los alumnos por los pasillos y les sonríe; pero cuando llega el examen y la luna llena les salen fauces de lobo y acaban los exámenes con tanta sangre como en una peli de Tarantino. El enrollao de verdad es el que te cuenta anécdotas, te aconseja, hace la clase amena, cuenta historias y luego además pone exámenes tan fáciles que hasta la propia chuleta se autodestruye: «Pa’ qué me quieres» Y hace pff. Y se deshace.


6. El chistoso/monologuista: Hay profesores que sabes que han errado su profesión al empezar la clase. En algún momento su vida profesional como monologuista se truncó y tuvieron que dedicarse la docencia. Probablemente está mejor pagado, pero la gente no viene a reirse, con lo cual pueden estar incomprendidos. Muchas veces, si la gracia es natural suelen tener hasta fans en clase; pero si no lo es… Ay, si no lo es. Yo tuve un profe que intentó contar un chiste en clase, mientras todos nos mirábamos con cara de pasmo, y cuando terminó la clase se quedó en el estado que más jode al que cuenta un chiste: «Ah, ¿ya está? ¿Era eso el chiste?» Y el profe tiene que recurrir a la típica excusa: «Pues cuando me lo contaron me partí el culo»


7. El empanao: Este es el típico profe que entra en clase y no es la suya. Lo ves con cara sudada, el traje perdido, un maletín en la mano y los ojos como platos mirando a la clase. «¿Es aquí Procesos Industriales?» «Sí, sí» Grita uno. Siempre hay un chistoso en clase. Entonces viene el profesor de verdad y se lía la de San Quintín. Cuando al fin llegan a la clase que les toca nunca saben por cual tema van, así que para ello contratan a la típica-estudiante-pelota-de-primera-fila que hace las veces de secretaria. «Vamos por el tema 2, profesor, pero se le olvidó explicar el proceso del apartado 1.9 que explicaba la variante de las versiones industriales anteriores al año 1990 en la página 17, justo debajo de la imagen fig 1.14b» Todo esto dicho con voz repipi y a toda velocidad. También se le olvida corregir los exámenes y cuando lo hace se le traspapelan tres o cuatro.


8. El pasota: Este podría parecerse al empanao despistado, pero con una diferencia fundamental: este lo hace porque le da la gana. ¿Por qué no ha corregido los exámenes? Porque no le da la gana. Para algo es profe y no tiene plazos. Excepto antes de evaluaciones curriculares, claro. Cuando está en clase pasa olímpicamente de todo, llega tarde y todos los temas le parecen de poca importancia con el consiguiente desconcierto de los alumnos. «Esto no los saltamos, que no vale para nada y podéis echarle un vistazo en casa» Entonces, siempre hay alguno que levanta la mano, tembloroso, con la gota fría de sudor cayendo por la frente y dice: «Pero… Pero esto no… No… ¿No entrará en examen, no?» «Claro que no, chaval, le echais un vistacito y ya está, no tiene importancia» Entrará en examen. Fijo. Y pregunta de 5 puntos. El jefe de departamento, que pone los exámenes, es el típico cabrón.


9. El sufrido: Este tipo de profesor no se suele dar en la universidad, pero sí en bachillerato, eso y egb. Estos son los profesores que no consiguen ganarse el respeto de ninguna de las maneras, pero ni de una forma ínfima y sufren las consecuencias de la cabronura, esta vez, de los alumnos. Las clases con estos profes son un infierno para ellos y para cualquiera que quiera enterarse de algo. Gritos, golpes en las paredes, papeles por los aires, collejas danzantes… De todo. Este tipo de profe a veces intenta hacer callar a los alumnos, sin éxito, o se desgañita. Pero muchas veces dan la clase tal cual, como si no pasara nada mientras el bullicio aumenta. Siempre acaba entrando el profe de la clase de al lado, que no puede seguir por el jaleo que hay, y al abrir la puerta se hace el silencio. «¿Qué pasa aquí?» «Nada, mis alumnos se portan perfectamente» Y entonces el muro que separa las dos clases cae. Y un niño eructa una bola de papel.


10. La Rottenmeyer: Este tipo puede ser un hombre, pero por lo general son mujeres con la misma complexión física que la señorita Rottenmeyer. Es decir, delgadez extrema, arrugas y gafas. Un poco como la vicepresidenta De la Vega, para que nos entendamos. Están tan delgadas por la adrenalina que sueltan por la boca cada vez que echan a alguien de clase o lo manda a callar. Al contrario que el sufrido, mantienen la clase a raya y los alumnos la temen. En sus ratos libres aprovechan sus dotes y amaestran leones y tigres como el que enseña a un gato a cagar en la arena.


11. El sobrao: Este viene a clase como el que viene a hacernos un favor. Como diciendo: «Bah, yo hago clases porque sino no me dejan investigar, sino de qué iba a estar con esta panda de futuros perdedores». Va explicando con el pecho henchido y aunque la clase esté en silencio oye el más mínimo murmullo que pueda estorbar su perfecta prosa. «Vosotros dos, ¿qué es lo que estáis diciendo tan interesante? Que pueda ser más interesante de lo que yo estoy diciendo, como todo lo que digo, que siempre es interesante, genial y perfecto, ¿eh? ¿EH?» Y los dos chavales: «Nada, nada» «Pues eso, a callar, cojones». Y sigue la clase. Estos podrían ponerles un espejo en vez de una pizarra, no solo para vigilar a los alumnos mientras escriben, sino para poder admirarse todo el rato. «Qué bien hablo, qué listo soy, qué guapo soy, tengo que publicar otro paper». Se quieren.


12. El salido: Hay profesores que aprovechan su posición en la universidad para ligarse a las alumnas. Aunque parezca mentira, esto pasa de verdad aquí y ahora en este momento en alguna universidad española. O en varias. No sé si hasta el punto peliporno en plan: «Señor profesor, ¿qué tal si me aprueba y yo le bajo la cremallera y umm? ¿Qué es esto que tiene aquí, profesor?» «Pues qué va a ser hija, una polla, qué va a ser, ¿un oso panda?». No sé si hasta este punto, pero casos los hay. Hay otros que ya están mayores para estos trotes, pero se dejan llevar por las muchachas y las reciben con los brazos abiertos. Un profe mío lo hizo una vez con una Erasmus: «¡Bienvenidaaaggghh! ¡gGghh!» Cuando llegó la chica con una falda corta y un escote generoso. Aunque teniendo en cuenta mi carrera, deberíamos habernos levantado todos y aplaudir, porque no es algo que se suela ver a menudo allí. Mujeres, quiero decir.


13. El vago: Se suele confundir con el pasota o el empanao, pero nada más lejos de la realidad. El profesor vago es el que por tal de no hacer clase, inventa lo que sea. En la universidad cuesta más de verse (porque los vagos directamente no vienen), pero en bachillerato y egb había varios de ellos. Son los típicos que de repente un día aparecen con un montón de juegos de mesa: «Vamos a aprender jugando» – nos dicen. Mientras piensan: «Así hoy no hago nada, que estoy cansao». O también son los típicos que entran con una televisión y ponen una película: Armaggeddon. Mmm. «Señorita, ¿qué aprenderemos con esta peli?» «Pues, eehmmm, nada. Pero me apetecía verla y aún no la he visto» Suelen confundirse con los enrollados, pero no es así. Lo hacen por vagancia. De todas formas, ¡un hurra por estos profes!


14. El cumbayá: Este tipo de profesor también es de épocas infantiles. Es un profesor que fue músico frustrado y como nadie en su sano juicio le escucharía tocar la guitarrita, y tiene demasiado orgullo como para sentarse en el suelo del metro y ponerse a tocar; da la brasa a los niños con canciones chorras. «Y hoy os voy a tocar mi nuevo temazo: Partes del cuerpo» Y ahí que se pone a cantar el tío: «Pierna, muslo, oreja, brazo//mano, ojo, lengua, bazo//esto me rompí//cuando me pegué un tortazo» Y tan ancho. Hay que huir de ellos.


15. El alumno de último año: Para acabar queda el típico bromista que se mete en una clase de primero antes de que llegue el profesor de verdad y empieza a asustar a los primerizos. Normalmente es un alumno de último año, que realmente parece un alumno de último año; pero de hace 10 años. Suele estar apuntado en la tuna y es el más borracho del grupo, pero ahí le tienen. Espantando a la muchachada. Cuando llega el profesor de verdad lo reconoce y le dice: «Ay, Martínez, ¿cuándo terminará usted la carrera?» «Sólo por estos momentos, merece la pena continuar aquí» Son así.


Y esto es todo. Si habéis llegado hasta aquí sin saltar ni una coma, ¡enhorabuena! Estos son probablemente todos los tipos de profesores que hay, o casi. Cada uno con sus particularidades, sí; pero qué de cosas hemos aprendido de ellos…

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