La obsesión con la alimentación

Por lo que me ha parecido observar entre el sector de población que busca ligue en televisión, hay cierta obsesión por buscar a gente «que se cuide». Cuando dicen eso, es una especie de eufemismo de «me gustan las/los buenorras/os delgadas/os y en forma». Lo que en definitiva quieren decir es que cuidarse tiene que estar relacionado por llevar un control exhaustivo de la alimentación que podría calificarse de estrés alimenticio. Para mí, cuidarme, es comerme unos buenos churros con chocolate para merendar. Eso sí que merece una foto en Instagram diciendo: «Aquí, cuidándome… Y saturando grasa con amor #churros #michelinpower #elegímaldiaparaempezarladieta».

Entre estas obsesiones con la alimentación entra sin duda la nueva moda del alimento satánico que hay que abandonar con presteza: el azúcar. Es el nuevo colesterol. El culpable de todos nuestros males, michelines y enfermedades. El anatema alimenticio. El mal dulcificado. Hasta tal punto llega la cosa que, sin ir más lejos, mi churrero de confianza me contó que uno de sus clientes le pide que en vez de azúcar… Pausa dramática. Música de tensión de película de terror. Le eche sacarina. Ni más ni menos. Sacarina a los churros. Como lo leéis. ¿Por qué hay gente así de enferma?

Es como esos que se zampan pizzas familiares, tres cervezas y unas patatas bravas, pero luego piden el yogur desnatado 0% edulcorado con salvia, el café con estevia y la leche desnatada o de soja sin lactosa, sin gluten, sin aditivos y sin ganas de vivir. Debo de ser un gordo sin remedio, pero hombre después de lo que te has comido antes, digo yo que por un poquito de nata ya no te viene, eh. Es como si después de una orgía sin freno con ocho personas en tu cama king-size, te niegues a beber del mismo vaso de otro por si los gérmenes. Digo yo que de gérmenes ya irás sobrado.

La cuestión es que, diga yo lo que diga, ese señor de los churros prefiere la sacarina al azúcar aunque ni siquiera se pegue a ellos. Me imagino al churro sacando un bracito de aceite solidificado apartándose el aspartamo (¡aú! ¡aú!) como el que se quita la caspa. En definitiva, aunque es evidente que en exceso no es algo recomendable, nos han metido en vena el miedo a la glucosa. Hay especialistas en Internet dedicados a transformar todo lo que te puedas comer en cuántos terrones de azúcar equivale. Son como el transformador de campos de fútbol de los periodistas para medir áreas, pero en obsesos de la kilocaloría. Y nos tratan a todos los que comemos sin mirar la etiqueta de atrás de auténticos yonkis del azúcar.

He visto programas en televisión, de esos de «himbestigación» en los que hay una señora que habla con voz grave muy tenebrosa, como de descubrir un secreto que cambiará la humanidad tal y como la conocemos, en los que se habla del azúcar como si fuera un grupo terrorista. En él, analizan las etiquetas de los productos en los que descubren que, oh, hay muchos tipos de azúcares. Válgame, señor. Que todos sabemos que en exceso todo es malo, por supuesto. Y que es probable que haya productos que añadan más azúcar del deseable para crear más adicción, también. ¡Pero dejemos el sensacionalismo! ¡Que luego va la gente y le pone sacarina a los churros! No me lo quito de la cabeza, lo siento. Que terminarán mirándome mal por poner un sobrecito al cortado.

En definitiva, que hay que ir con ojo con lo que se come, sí. Pero tampoco obsesionarse porque puede convertirse en enfermedad: la ortorexia, sin ir más lejos. Hay nombre para todo. Que al final, antes de comer, tenemos que mirar la etiqueta de los productos para ver cual contiene menos remordimientos, como dicen los buenos de Antílopez en una de sus canciones. Una de las cosas que tenemos en este país, que no tienen en otros – como por ejemplo los anglosajones, madre mía como comen -, es que nos gusta el buen comer. Disfrutémoslo sin agobios, que es uno de los grandes placeres de la vida.

2 Respuestas

  1. Patri O. dice:

    Uy, que la vamos a tener, que yo soy de la cruzada anti-azúcar eh!!! Jajaja

    Pero en parte te doy la razón, el problema es que la educación nutricional brilla por su ausencia y la gente se queda con mensajes simplistas tipo «azúcar caca». Ya pasó con el aceite de palma y vi aberraciones como gente celebrando que su bollería industrial ahora era sana porque ya no lo llevaba. Seh, sanísima.

    La cosa es que a los que hacen divulgación sobre nutrición no les queda otra prácticamente que ser tajantes con el azúcar y demás, porque el mensaje de «con moderación» es muy interpretable y la gente cree, por ejemplo, que bebe con moderación y resulta que se toma todos los días una cerveza pa cenar y el finde bien de cubatas. Por eso resulta más sencillo decir esto NO, porque ya cuentan con que vas a hacer caso a medias.

    Uh, te he hecho un contra-post jajajaja

  2. Eulalia Roig dice:

    Totalmente de acuerdo. La educación nutricional no existe en este país, incluso pensamos que un taza de leche y cereales «chocapic» es algo sano… Yo que me gusta cuidareme por mi tipo de trabajo i cuidar mi linea y mi salud el cambio lo he notado en la alimentación.

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