¿Por qué los partidos de izquierda están siempre peleándose?
Las aguas políticas están bien revueltas después del Susanazo©. En el PSOE han echado a Pedro Sánchez por la puerta de atrás cual estafador de una sala de póker clandestina y han colocado a un señor gris a decir que lo necesario es que gobierne Rajoy. Y algunos dicen: «Es que los partidos de izquierdas siempre se pelean». Bueno, hagamos el enorme esfuerzo de abstracción, movámonos a Tierra-2 universo alternativo y pongamos que el PSOE es un partido de izquierdas. La cuestión aquí es mucho más compleja que eso: todo apunta a una lucha de poder interno que ya existía y que se ha desatado al olerse la posibilidad de que Pedro Sánchez se acercase – aunque fuese solo a saludar un rato – a Podemos y formase un gobierno que tirase a la izquierda.
Aún así, aunque hay luces parpadeantes que indican que a ciertos poderes fácticos no les interesa ni lo más mínimo que haya partidos de izquierda fuertes y se inventen divisiones allá donde no las hay, el hecho es que los partidos de izquierda han tenido, históricamente, una tendencia suicida preocupante. Da igual si las diferencias entre Errejón e Iglesias son importantes o simplemente son diferencias estratégicas. La derecha por norma general se siente cómoda en el ordeno y mando del capataz; y la izquierda vive en el constante cuestionamiento de lo establecido. Lo que nos lleva a la siguiente pregunta.
¿Qué es la izquierda hoy?
Quizá no soy el más indicado para explicar en qué consiste la izquierda hoy en día porque no soy un experto en sociología ni política ni nada por el estilo. Así que vayamos directamente a mi impresión general como un observador externo de lo que se cuece en el ambiente político. La izquierda hoy es una amalgama de ideas en el que entran ideas que van desde el ecologismo a la justicia social; desde el respeto a las identidades sexuales, hasta el feminismo pasando por la sensibilidad ante los dramas migratorios. Dentro de cada uno de los temas hay miles de matices, pero en general todos estos entran dentro del pack.
Históricamente, sin embargo, la izquierda no solo ha sido una sensibilidad extrema hacia todos los problemas de la sociedad; sino también una forma de ver la economía. Sin la pata económica – que es la base de muchas de esas injusticias – la izquierda no puede entenderse como tal. A pesar de eso, muchos militantes de izquierda – o que dicen llamarse de izquierdas – han abandonado la posibilidad de cuestionar muchas ideas del neoliberalismo imperante y se han convertido en una especie de creadores de brindis al sol y simbolismos que poco tienen que ver con la justicia social. Podéis llamarlo PSOE, o directamente socialdemocracia.
Además, en la izquierda se presupone un estado mental para aquel que se considera izquierdista: el sentido crítico. Es una forma de pensar que tiende a cuestionar lo establecido, a aquello que le cuentan los medios oficiales o incluso aquellos con los que crees estar de acuerdo. Hay que tener esa tendencia a ver gato encerrado incluso allí donde no hay nada porque es sano preguntárselo.
Al final lo que tenemos es una definición de izquierda muy genérica que cada uno entiende como quiere, que es capaz de aglutinar ideas – incluso – contradictorias y que consigue que la izquierda sociológica – ya no la que está dentro de los partidos, sino entre los simpatizantes – se llene de repartidores de carnets del buen izquierdista. Y ya la tenemos liada.
La forma de funcionar de los partidos
Nunca he militado en un partido político. Y la verdad, no tengo muchas ganas. Su forma de funcionar – al menos vista desde fuera – es precisamente lo contrario al concepto que tengo de izquierda. Los partidos políticos son un palo en la rueda del pensamiento crítico. Su forma jerarquizada de funcionar lo hacen una trampa para la gente válida y la gente con ideas. Son monolíticos, tienden a la idea única y a que todos tengan que hacer piña en base a un argumentario. Incluso en partidos nuevos como Podemos se han visto atrapados en esa dinámica. Y es porque las reglas del juego las marca la derecha.
Los partidos políticos jerarquizados – la CUP es arena de otro costal, eso sí – terminan imponiendo la idea que tiene el secretario general con su corte de adulad… Digo, consejeros y demás cargos y subcargos, etcétera, etcétera. Hay que dar un mensaje claro a la ciudadanía y parece que al votante medio el hecho de que haya dos personas en un mismo partido que piensen ligeramente diferente les parece un anatema. «¡Oh! ¡El caos!». Cuando en un grupo de amigos es difícil encontrar dos opiniones exactamente iguales, imaginad en un partido con cientos de personas. Lo raro es que todos sean extrañamente monolíticos. A mí me dan miedo cuando todos hablan igual – imitando al líder – y soltando exactamente los mismos argumentos usando las mismas palabras clave. Parece que cuando hablen en la tele hagan una especie de SEO para Google.
Esa dinámica termina, a la larga, beneficiando a los trepas y pelotas del líder en cuestión y perjudicando a aquellos idealistas que tratan de mejorar la sociedad. Y eso, a pesar de que aquellos que estén arriba puedan tener una sensibilidad social extrema, termina eliminando de la ecuación una parte fundamental del concepto de izquierda: el sentido crítico.
Falta de democracia
La democracia es eso tan antiguo que hacían los griegos y hoy en día es considerado una moda pasada. Llamamos democracia a una cosa que tiene muy poco que ver con ella, apenas unos votos aquí y allá cada cuatro años. Esto hace que los partidos de izquierda estén en una trampa constantemente y en unas reglas de juego que no dejan mucho espacio para debatir ideas que busquen una mayor justicia social y económica. Sólo hay que ver el parlamento que tal y como funciona, de por sí, no tiene sentido alguno. Elegimos representantes en unas listas ya confeccionadas – no podemos elegir quién nos representa – y luego esos tienen que votar lo que diga el líder – no elegimos absolutamente nada, solo unas siglas -.
Esto hace que haya 350 diputados de los que solo valen las ideas de cinco o seis. Igual bastaba con tener a esos cinco o seis con un valor ponderado según los escaños y ahorramos unos cuantos sueldos (argumento cuñado por excelencia). O bien podríamos montar un parlamento real con listas abiertas y libertad de voto. Y que cada representante tuviera que ganarse el voto de los ciudadanos que al fin y al cabo los eligen. Pero claro, entonces tendríamos un parlamento y no una partitocracia.
Por otro lado, la idea de partido político – al menos tal y como los montan – es contrario a la idea de izquierda. Y ojo, que no me vengan ahora a decir algunos que es que la izquierda es totalitaria y dictadura. Al contrario: con más democracia la izquierda debería sentirse mucho más cómoda. Si dices representar al pueblo, pero no les das voz ni le dejas decidir – solo elegir a quien decide – a la larga dejarás de representar al pueblo.
Conclusiones
Si partimos por un lado en que cada uno considera el concepto de izquierda a su manera, que los partidos políticos dejan poco lugar a la disidencia y al cambio de opinión; y que incluso el parlamento está fabricado para dejar poco lugar a muchas opiniones distintas lo raro sería que en los partidos de izquierda no se pelearan nunca. El sistema tal y como está es una trampa para el izquierdismo y el sentido crítico. No hay lugar para el debate de ideas y cuando ocurre algún problema que toca la conciencia de algunos de los políticos que forman parte de esos partidos, estos se rompen en pequeñas partes que los debilitan contra la monolítica derecha. Y así, el poder sigue perpetuando ideas conservadoras mientras la izquierda se da cabezazos contra la pared. Así son las reglas del juego.
Yo creo que un problema también es que esas discrepancias, que como dices son lógicas y necesarias, se llevan muy mal. Cuando uno tiene costumbre de exponer sus ideas con aires de «esto es así y si no lo ves así es que eres machista/racista/casta/etc» eso no da lugar a que el que discrepa tenga ganas de debatir amablemente. Y no sé por qué la gente de izquierda hacen (¿hacemos?) bastante eso…
Que igual los de derechas también lo hacen, pero no estoy enterada xD
El problema a veces es que se trata como al enemigo más peligroso justo a esas personas con las que tendrías más en común.
Hola Morri, para mí los conceptos de izquierda y derecha son anacrónicos, propongo modernizarlos manteniendo sólo la primera letra quedando al final así: idiotas y demagogos
Así por ejemplo tenemos al gobierno de categoría idiota de venezuela o al presidente demagogo de los eeuu
Saludos y un abrazo a la distancia