Aparcar en la gran ciudad
Para conducir por la ciudad hacen falta nervios de acero y tener una cierta tolerancia hacia las múltiples infracciones de tráfico que veréis cometer a vuestro alrededor. Gente que cruza sin mirar, semáforos invisibles, intermitentes inexistentes… Y por supuesto: aparcados en doble fila. O en triple fila. O en cuarta fila. ¿Por qué no? A veces algunos aparcan que parece que vayan a formar una barricada a base de coches en paralelo con doble intermitente. Sí, queridos amigos, aparcar en la ciudad es una maldita locura.
Y es que no hay sitio, no hay por ningún lado. Hay muchos más coches que plazas de parking y esto es así. Yo me imagino a la ciudad de Barcelona entera como un gran juego de la silla en el que los coches bailan al son de los múltiples claxon y cuando deja de sonar la música todos con el pilotito blanco de la marcha atrás a aparcar sus coches. ¡Rápido! ¡Que se llenan las plazas! Es complicado, sobre todo si no tienes un parking privado, mucha gente gasta más gasolina buscando una plaza que para llegar al sitio. Hay gente que se ha tirado hasta ocho horas buscando parking, bueno, o eso ha puesto como excusa en el trabajo para llegar a la hora de salir… Se las saben todas.
Pero a veces puedes llegar a estar una hora de reloj tranquilamente para poder encontrar un hueco. Ya no digamos si te pones en plan tiquis miquis y empiezas con «es que en este parking al aire libre no sé si hay muchos manguis». El coche entero igual no te lo roban, pero a lo mejor te lo encuentras despiezado. A mí me robaron el espejo del retrovisor una vez, sería alguien muy coqueto sin espejo a mano. Imagino. Lo mejor, una vez has decidido meterte en un parking quizá es escogerlo de antemano y te ahorras problemas. Hay hasta webs hoy en día como Parking Kong, de nombre gorilesco, que te ayudan a buscar los baraticos. Que alguno hay. Creo.
Sino, siempre te queda la búsqueda exhaustiva dejándote engañar por esos vados que no parecen vados y que te das cuenta de ello cuando ya estás dando marcha atrás. Qué rabia. O esos huecos en los que como mucho cabe un smart y ahí que vas tú con tu monovolumen sin miedo. «Yo creo que entra» es una frase que ha destrozado muchos parachoques y relaciones de pareja con gustos asimétricos por el sexo anal. Empiezan aparcando poco a poco y todo termina con el llamado «toque-toque» en el que metes el coche dándole al morro del de detrás y al culo del de delante creando un ménage à trois de utilitarios la mar de majo.
Y a unas malas siempre te quedará el infalible doble-intermitente. ¿Que no sabes donde aparcar? Utiliza la carta blanca que te da el doble intermitente. ¡Cualquier sitio es bueno! ¡Pasos de peatones! ¡Carriles bici! ¡El pie de un señor con traje! El doble intermitente es mágico, crea puestos de aparcamiento allá donde fueres. No, en serio, no lo hagáis.