Los centros comerciales
En esta canción de Albertucho hay una frase que dice: «él veía las escaleras de los centros comerciales//como aquellos mataderos que usan pa’ los animales» Y es una gran definición; porque aunque los centros estos no están pensados para que terminemos en jamoncitos y choricillos, sí lo están para dejar nuestras carteras hechas trizas. Son una oda al gasto, la orgía de la VISA y una solución para los sábados que no sabes que hacer:
– «¿Qué hacemos hoy, cari?»
– «Al centro comercial»
– «¿Qué quieres comprar?»
– «Nada, me apetece ir a dar una vuelta, hacer cola en la carretera para entrar, buscar parking sin chocarme con ningún otro coche luchando a muerte por la última plaza, luego hacer cola para tomar un café, pasear a trompicones entre la muchedumbre, probarme cuatro cosas en los probadores después de esperar seis horas a que quedara uno libre y luego ya volvernos a casa, a las tres de la madrugada, a descansar de un día duro»
– «Suena a planazo»
– «Lo es».
Siempre había pensado que los centros comerciales estaban llenos por nuestra tendencia a gastar dinero. Nos gusta gastar. Nos lo llevan inculcando desde pequeñitos gracias a la publicidad en TV a base de cancioncitas pegadizas. Y sino cuando vamos al súper, estoy seguro que muchos de vosotros ahora me odiaréis por mencionar a la bicha de entre todas las canciones pegadizas: la del Mercadona. Mercadooona. Mercadooona. Seguro que la estáis cantando ahora. Más de uno la quiere llevar a Eurovisión: no ganaremos igual, pero les joderemos la vida a los europeos durante un buen rato.
Pero no, la gente no va explícitamente a gastar. A veces se pasean durante horas sin gastar un duro. Mirando escaparates. Se me ocurren mil millones de planes mejores para un sábado por la tarde para una pareja joven antes que mirar escaparates. Desde fornicar como si no hubiera un mañana hasta pasear por la montaña, visitar algún monumento emblemático de la ciudad más cercana o jugar al duro con chupitos de lejía. ¡Lo que sea! ¿Pero mirar tiendas por qué? ¿Hay algún toque artístico que yo me he perdido en esos escaparates? Que me imagino a la Jenny y al Johnny paseando por delante de las tiendas de ropa diciendo: «Mira, tíah, esto eh un ejcaparate rococó, te lo digo yo que de etto sé un puñao» «Pueh yo lo veo, máh no sé, con toque grecorromano y un punto de neoclásico, ¿sabeh?» Críticos de escaparates, pronto en sus centro comercial más cercano.
Además, todo se torna un punto más demencial cuando nos damos cuenta que visto un centro comercial, vistos todos. Las mismas tiendas, los mismos restaurantes, hasta a veces me ha parecido ver a las mismas personas y todo. Que igual son de atrezzo y están ahí con bolsas vacías para animar a comprar. La única diferencia que hay entre unos centros y otros es la distribución. Por eso ponen mapas de «usted está aquí». «Cómoh voy a estar aquí, tíah, si esoh e un punto rojo y yo estoy aquí fuerah» Gente que se pierde también hay. La cuestión es que han conseguido la unificación de las compras y la homogeneización de la forma de vestir. Que se viste igual aquí que en Cuenca. Ahora entiendo porque en las pelis de ciencia-ficción se pintaba un futuro en el que todo el mundo iba con los mismos ropajes, pero de distintos colores. Vamos hacia eso descaradamente.
Curiosamente los centros comerciales – importados desde EEUU, reyes del mambo en esto de conseguir que la gente gaste con desenfreno – triunfan una barbaridad. ¡Ponga un centro en su pueblo! Proclaman muchos alcaldes que aún no se han dado cuenta que la época de la burbuja terminó. Las aglomeraciones no nos espantan; es más, parece que nos sintamos cómodos en ellas caminando por inercia llevados por el rebaño cuales ovejitas con tarjeta de crédito. Y por megafonía el pastor: «¡Descuentos del 50% en ropa de verano!»
Todo es un lavado de cerebro, está claro. Si consiguen que compres no sólo por necesidad, sino también en tus ratos de ocio, eso multiplica el gastazo a fin de mes. Muy triste que no se nos ocurran mejores cosas que hacer que pasearnos por los centros comerciales, ¡y yo la primera! La pena es que muy de campo no soy, tendré que buscarme otro hobby :D