El día que ponían una peli en clase
Vivimos en un momento nefasto en materia de educación. En general en todas las materias, excepto en los fabricantes de tijeras para políticos. Se recorta en lo esencial, mientras los maletines siguen volando en la misma dirección. Sin ir más lejos, ayer fue líder de audiencia un programa que comparaba la educación española con la finlandesa. Que es como comparar comerte un plato de lentejas revueltas en caca con una mariscada de campeonato. No hay color. Ni olor. No sé si en Finlandia usan métodos muy modernos para educar a su chavalería, pero aquí usaban uno, al menos cuando yo era pipiolo, que a la par que educaba conseguía que el profe perezoso se tocara los cataplines a dos manos durante un buen rato: poner una peli en clase.
El momento más esperado en la vida de un chaval de, pongamos, 10 años, no era que le enseñaran los nombres de los ríos de España para que los recitara de memoria. Que a veces no sé si nos preparaban en cultura general o para guías turísticos. Sino que todo chaval esperaba ese día en el que el profesor de turno decidiera que ese día tocaba leer el periódico y que los chavales se quedaran un rato callados viendo una película. Y si pudieran, alguno haría como con sus hijos: «Ten niño la Nintendo DS» Y es como poner el mute de la tele. Ya no lo oyes en todo el día. Le salen antenas en la cabeza, pero obviaremos los efectos secundarios que toda madre ve.
A veces pasaba que un profesor llevaba el mismo grupo de niños durante varios cursos, pues hubo un caso de un docente tan cinéfilo que los chavales llegaron a quinto de EGB y no sabían sumar aún. Eso sí, la filmografía de Steven Spielberg se la sabían de puta madre. Muchas familias ya consideraban que su hijo era tonto y no tendría remedio. Pero luego se dieron cuenta de que todos los de su clase eran así porque solo veían películas. Eso en vez de hacer que se escandalizaran, los tranquilizó: mal de muchos, consuelo de tontos. Nunca mejor dicho. Y sino, siempre podrían terminar como críticos de cine, aunque lo de no saber escribir sería un gran hándicap.
Y es que era una gran posibilidad del profe para evitar tener que dar clase. Eso sí, casi siempre intentaban que la película que pusieran fuera relacionada con la materia. Yo qué sé, La Lista de Schindler en la asignatura de historia, aunque en realidad en el temario solía ser casi todo de la historia autóctona. O en matemáticas que nos pusieron Cube cuando ya éramos más talluditos, con la excusa de que aparecía un loco al que le gustaban los números primos. Eso y que los supervivientes tenían que saber mates. No sabíamos si realmente nos estaba amenazando veladamente: «O os aprendéis la lección o acabaréis desollados como los de la película».
Sí, en el fondo todas las elecciones de los profes buscaban tener ese poso pedagógico que, primero; les sirviera como excusa y segundo; nos ayudara a aprender. Eso imagino que sería común a todos los profesores, aunque a lo mejor hay alguno que le pondrá a los chavales unas cuantas de Steven Seagal: «Mirad niños, así se solucionan los problemas en el mundo: a hostias». Cada maestrillo tiene su peliculilla.
Al final le cogíamos el gustillo a esto de ver pelis en horario lectivo y estábamos cada dos por tres dando la vara al profe para conseguir nuestro día fílmico. Que era verlo aparecer con el mueble del televisor y todos los niños abrían los ojos como platos. Luego era un documental del mar y todos se dormían, no siempre era todo fiesta loca. Ahora seguramente la cosa no andará boyante para tener teles en clase. Por no haber a duras penas hay mesas. Que pronto los niños castigados serán los que mejor puedan tomar apuntes: apoyando la libreta cara a la pared. En eso quieren convertir la educación pública: en una película. Pero de terror.
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Pues no se a ti, a mi endosaban Sinhue el egipicio, Los diez mandamientos, Sansón y Dalila… muy educativas si. Para cuando llegó cine de barrio me las sabía ya de memoria, pero si, mayormente las películas eran un premio para los profesores. Normalmente venían con el periódico debajo del brazo y decían:
«A ver, Perico y Mengano, id a la sala de audiovisuales y traeros el mueble del video»
Hasta que sospechosamente les empezaron a robar durante horas lectivas todos los videos. Era poner uno nuevo y al día siguiente había volado. Con los años aprendí que a eso se le llama justicia poética.
Sun salud☼.
Ostras, en mi colegio no robaban. Éramos del público, pero honrados :P
Saludos
Uno de los mejores recuerdos escolares de mi vida es que nos dieron un mini curso de cine, en el que nos explicaron lo que era el plano corto, el fundido a negro y términos muy sencilos, pero que a mí me parecieron de lo mejorcito.
Y para finalizar el curso, nos pusieron ¡¡En pantalla grande!! Tiburón
Nunca he sido tan feliz en el colegio.