Gente que va a la inauguración de una tienda
Las inauguraciones de las tiendas suelen ser un éxito por una razón fundamental: hay comida. Nos gusta un tentempié más que a un tonto dos palotes. Y más si es gratis. Lo gratis nos encanta, nos pone, nos anima. Las cosas gratis, en general, es lo que hace al pueblo español levantarse de la cama. Por lo tanto si hay una tienda que se inaugura acceden a ellas multitud de personas – fundamentalmente, personas mayores – deseosas del primer canapé antes de que las hordas malvadas de jubilados de la Residencia El Último Suspiro lo manoseen todo para dejar sus gérmenes.
Esto es así desde Cádiz a Gerona y de aquí hasta La Coruña. Sin duda. Las inauguraciones de las tiendas siempre están copadas por gente mayor o gente de esa que cuando dan muestras gratuitas de colonia en una tienda piensan que es para guardar reservas hasta el año 2014. Si alguien piensa que por hacer una inauguración bonita, con grandes carteles y comida en abundancia, va a tener más clientes se equivoca de cabo a rabo. Que espere al día siguiente. Como mucho tendrá algún abuelete que se pasó con el cava vomitando en el suelo y alguna viejecita entrando por la puerta preguntando si es ahí donde daban comida gratis. Que hayas abierto una floristería es totalmente irrelevante.
Así pues, ¿cómo se explica que la apertura de una tienda el otro día en La Maquinista de Barcelona no estuviera llena de gente de la tercera edad y sí de jovenzuelos, ejem, geeks? Pues bien, una razón fundamental: Apple abría su primera tienda especializada en España. Así como cualquier inauguración de una tienda de barrio puede estar llena por un motivo loable, como por ejemplo el hambre; la inauguración de una tienda de Apple, su cola en la entrada y un montón de gente gritando consignas solo puede tener un motivo, y nada loable: la gilipollez supina.
Para empezar, ¿quién hace cola para entrar en una tienda? Hacer cola para comprar un producto nuevo es bastante estúpido ya de por sí. Es decir, si acaban de ponerlo a la venta, difícilmente se va a agotar. Y es más, ¿qué clase de persona no puede esperar una semana a tener un teléfono móvil nuevo? ¿James Bond en plena misión? Pero lo que ya supera el colmo de la estupidez es hacer cola para entrar – ojo, entrar – en una tienda que acaban de abrir por primera vez. Que va a estar abierta durante días, meses, ¡años! A no ser que caiga un meteorito en Barcelona continuará ahí. Para poder comprar, eso sí, en exclusiva, en una tienda muy molona, algo que, bueno, en fin, podían comprar ya hace tiempo en la FNAC…
Cualquiera podría pensar, asomándose por la zona en aquel glorioso día, que todas esas personas en la cola no podían ser más que actores contratados para hacer publicidad de la marca. Todo eso lo pensaría seriamente si no se tratase de Apple. La gente al final le coge manía a la marca, sólo por sus fans. Es como la gente que odia a Alonso por culpa de Lobato.
Pero algunos encuentran excusa para justificar la cola de gente acudiendo a la inauguración: regalaban camisetas. Algo gratis tenía que haber. Una inauguración no es nada sin cosas gratis para la gente. Lo mejor es que Apple sabe cómo son sus fans. En realidad no es que les guste especialmente la marca, lo que les gusta es fardar de ello. Lo que quieren es ser los primeros, los más cool, los más superguay, ¿saes? Y por eso la camiseta, sólo para los 1500 primeros en entrar, ponía: «Barcelona 04.09.2010. Yo estuve aquí». Cuando podría poner: «Soy más gilipichis de lo que mis amigos jamás habrían imaginado», «Apple también me ha timado con el Iphone 5« o «Steve Jobs me pone to palote».
Después de toda esa liturgia recibieron donuts y café para amenizar la inauguración. Siempre tiene que haber comida gratis, sino de qué. Eso sí, si se hubieran enterado de eso la gente mayor hubieran merendado donuts y geeks mojados en café. No hubiera quedado ni uno. Se hubieran zampado hasta los Ipods. De todas formas, toda esta historia de la cola y de la camiseta hubiera quedado en una anécdota y no sería tan triste si los de la puerta hubieran estado en silencio. No sé, hablando de sus cosas, pasándose el auricular para escuchar la última de algún grupo moderno que aún no ha sido creado. Pero no. No pudieron. Tuvieron que gritar: «¡¡Sí, sí, sí!! ¡¡Apple ya está aquí!!» Eso sí que es una mala influencia. La de gente que tiene que reprimir sus instintos suicidas o asesinos después de tal imagen es un grave problema para la psicología moderna.
Seguramente en los próximos años universidades canadienses de postín investigarán el comportamiento de multitudes fanboyenses. Y de verdad lo digo. Hace falta un estudio antropológico y social de largo recorrido para entender por qué leches gente que a priori puede parecer normal se vuelve loca completamente por una marca en particular. ¿Hay mensajes subliminales en el fondo de pantalla de un Mac? «Be cooool, be cooool, be coool y floooor» Y así terminan todos: plantados en la puerta de la tienda.