Hacer la maleta
No os descubro nada nuevo si os digo que estamos en el mes de viajar por excelencia. Agosto: el mes en el que se paraliza todo un país. Excepto los chiringuitos. Los que pueden aprovechan las vacaciones y marchan hacia otra ciudad a conocer lugares nuevos y dejar el Facebook plagado de vídeos haciendo el chorra delante de un guardia londinense – un día a alguien le clavarán una bayoneta y verás qué risas – o fotos aguantando la torre de Pisa. Pronto la torre se caerá del todo sólo para fastidiar estas originales fotos. «Aguantadme ahora sí podéis, ¡pesaos!» – gritará desde sus ruinas.
Pero antes de todo eso, y sin necesidad de desconectar el cerebro, hay que hacer algunas tareas para poder irse de viaje. Primero, salvaguardar la casa de los ladrones. Segundo, mirar el tiempo. Como por ejemplo, mirar si por esas casualidades de la vida vas a un país en época de monzones. No es plan de irse sin un chubasquero por esa tontería. A partir de ahí hay que decidir qué poner en la maleta siguiendo esta sencilla ecuación:
Entonces llega el momento de decidir realmente qué necesitas utilizando esta magnífica fórmula. Es la hora pues, de los «y si». La hora de las cavilaciones. En el tiempo dicen que hará calor pero… ¿Y si viene una ola de frío de repente y nos congelamos? Mete un par de pantalones largos. ¿Y si se rompe un bañador y no podemos bañarnos más? No nos bañaremos en pelotas. Mete un bañador más, o compra otro. O mejor, compra dos, y mételos también. ¿Y si me llevo un jersey por si a la noche refresca? ¿Y la chaqueta? En el caribe el tiempo es muy cambiante. Y así continuamente, una serie de «ysis» que llegan a su punto cumbre al cabo de tres horas de preparar la maleta. ¿Y si me llevo el armario entero a la Riviera Maya? ¿Me dejarán llevarlo como equipaje de mano? Los «ysi» han roto muchas parejas.
Esto no es lo peor, como habréis podido deducir. Lo peor de todo es que una vez has decidido que te vas a llevar medio armario ropero a la otra punta del planeta, has de meterlo todo DENTRO de la maleta. Es entonces donde todos tus conocimientos adquiridos durante años y años de partidas al Tetris van a servir de algo. Intenta cuadrar toda la ropa dentro de un espacio de metro y medio de ancho por uno de alto. Al principio entra todo bien dobladito. Unos pantalones, unas camisetas, calzoncillos, calcetines… Y al final entra la camisa recién planchada apretando fuerte mientras tú te sientas encima de la maleta y alguien intenta cerrarla con todas sus fuerzas. ¿Para cuando un cierrafácil para las maletas?
Una vez cerrada, no acaba todo ahí: hay algo que ha quedado fuera. Si eres un tío queda el after shave. ¿Quién leches se acuerda del after shave? Siempre hay un olvidado y termina cayéndole esa presión al after shave. Ahora saca el neceser, hazle hueco y mételo. Bien, ahora se ha quedado fuera la pasta de dientes mientras hacías hueco. Mete la pasta. Mierda, el champú. El secador de tu novia también se ha quedado fuera. Ponlo. ¿Has metido los calcetines? Joder, no. Haces malabares para terminar de hacer la maleta, la cierras como puedes y resulta que vas a un hotel… Donde ya tienen todas esas cosas en el lavabo.
Ahora la cuestión es: ¿usarás todo lo que te has llevado? Seamos sinceros. Coges la primera camiseta que quedó arriba del todo y lo demás queda arrugado abajo, esperando salir a la luz algún día. «Tampoco está tan sucia, si solo nos la pusimos un rato para ir a tomar algo». Y en el hotel eres conocido entre tus vecinos como el de la camiseta roja con moscas. Pero claro, es que hay que meterla en la maleta otra vez y el recuerdo del sufrimiento antes de salir de casa no te deja dormir. Empiezas a darte cuenta, después de cinco días de vacaciones que… Ejem. Quizá… No hubiera hecho falta meter tanta cosa dentro de la maleta. Definitivamente la chaqueta de piel no era algo excesivamente necesario en las playas de Benidorm.
Aún hay más. Algo peor. Lo peor de lo peor es que hay que volver a hacer la maleta de nuevo para volver. Y encima con un montón de ropajes arrugados y sucios metidos en una bolsa de plástico aparte. No están tan bien dobladitos como lo estaban al salir de casa. No tiene nunca uno una prensa de empaquetado de basura cuando hace falta. Sentarse encima de la maleta no es suficiente. Aún así, por alguna razón inexplicable, se supone que por algún método evolutivo de las cremalleras de maletas, éstas consiguen cerrarse. Justo en el momento en el que te das cuenta de que te has dejado todos los souvenirs de regalo fuera. Si existiera la justicia divina, por el bien de todos tus familiares, esos souvenirs se quedarían ahí, donde deberían: en su lugar de origen. Pero no, entran. Al final entran. Aunque sea comprando una maleta nueva para volver.
Y allá que vuelves con tus maletas que antes de irte de viaje eran rectangulares y ahora tienen forma redonda. Con la ropa dentro hecha un moñigo que difícilmente volverá a ser la misma hasta después de cuatro o cinco planchados. Entonces te pones serio y dices que nunca jamás, en ningún viaje posterior llevarás tanta ropa. No, no. Nunca más. Y lo primero que meterás será el after shave. Eso sí, ese año, una ola de frío inexplicable se cebará con Benidorm. Y tu abrigo de piel estará en casa, riéndose en una esquina del armario ropero…
2 Respuestas
[…] llega el verano y muchos de vosotros habréis planeado viajar fuera de España. Quien más quien menos piensa en ligar. Y hablo tanto de mujeres como de hombres. […]
[…] que viene, un día de estos a una hora indeterminada llegaremos y le traeremos su lavadora. Pida vacaciones en el trabajo si eso”. Lo mejor es que te dan un rango de cuatro horas y aún así llegan […]