Los antivacunas
Internet, al ser una herramienta poderosísima de comunicación, se ha convertido en el ying y el yang – a la vez – del conocimiento. Así como podemos encontrar a multitud de personas que comparten conocimiento y sabiduría, también tenemos a una inmensa cantidad de gente que comparte su estulticia. Internet permite difundir tus mensajes al mundo entero a poco que se viralice con lo cual a una misma persona le puede llegar el ying y el yang del conocimiento en el mismo momento, por ejemplo: de alguien que te recomienda encarecidamente que mantengas vacunados a tus hijos y de un demente que pretende que le hagas sufrir el virus directamente que así se hace más fuerte. Si sobrevive, claro.
Yo creía, incauto de mí, que el tema de la vacunación estaba más que superado. A mí de pequeño me vacunaron de todo lo que era posible vacunarse y nadie en mi entorno, ni fuera de él, se le ocurrió dudar de las bondades que tenían las vacunas sobre el común de la población. Sin ir más lejos las vacunas, para el que no lo sepa, consiguieron erradicar en su momento una enfermedad que afectaba a millones de personas en todo el mundo: la viruela. Entonces, ¿por qué esa animadversión hacia las vacunas? ¿Quieren darle salsa a la vida creando la incertidumbre de capturar enfermedades felizmente superadas? Viendo la historia de la medicina, no vacunar a tu hijo es como ponerle a jugar a la ruleta rusa; y de paso poner a los hijos de los demás al lado por si rebota una bala.
Muchas de estas personas seguramente son víctimas. Víctimas de personas que manipulan y usan información sesgada en beneficio propio. Todo surgió porque el señor Andrew Wakefield sacó un estudio en el que relacionaba la triple vírica con el autismo con una muestra de doce personas, un gato, tres chimpancés y un ornitorrinco que pasaba por allí. Con el paso del tiempo, se ha demostrado que ese estudio tenía menos base científica que una tirada de Tarot de Sandro Rey; pero la semillita de la ignorancia había sido inoculada en la sociedad. Y por supuesto, grandes bufetes de abogados – que financiaban a Andrew – ganaron ingentes sumas de dinero asesorando a padres de autistas que reclamaban al estado estadounidense indemnizaciones por haberles suministrado la vacuna en sí. Todo es negocio en esta vida.
Por eso considero que aquellos que abogan por no vacunar a sus hijos son víctimas – ignorantes, pero víctimas – y los demás somos víctimas colaterales. Como los padres que no vacunaron a su hijo de difteria: el niño contrajo la enfermedad y finalmente murió. Estos aprendieron la lección de la forma más dura posible, pero todavía es posible concienciar a los demás. El problema que tenemos es que tendemos – en general, en Internet, Twitter y las demás redes sociales – a ridiculizar e insultar a estas personas, dejándolas en evidencia; pero a la misma vez les hacemos enrocarse en su propio desconocimiento. Como al obrero de derechas al que es infinitamente difícil convencerle de que lo que está votando va en contra de sus propios intereses. Si le insultas, lo empeoras.Muchas veces ellos creerán que les estás intentando adoctrinar sin darse cuenta de que ya han sido adoctrinados. Al final hay que demostrar las cosas con hechos y algunos de ellos podrán volver al redil de la cordura; eso sí, siempre seguirán existiendo los conspiranoícos de gorro de papel de plata que digas lo que digas dirán que estás conchabado con los illuminati, la industria farmacéutica, los masones y los canteros. Y que ellos no vacunan a sus hijos del sarampión porque es mucho mejor llevarlo a que le contagien la enfermedad, ignorando por completo que la vacuna es precisamente la misma enfermedad debilitada para acostumbrar el cuerpo al virus. Es lógico que si te dicen que pruebes una vacuna nueva, lo normal es que prefieras que lo prueben primero con chimpancés y luego con antivacunas recalcitrantes; pero con vacunas altamente contrastadas hay una probabilidad tan ínfima de que tenga efectos secundarios que es absurdo oponerse. Y además peligroso para tu propia prole.
Homeopatía, antivacunas, discos de Enya… Todo quizá forma parte de la secta invisible de la que os hablé una vez. La cuestión está en que creo que desde nuestros entornos personales tenemos que convencer a estas personas – , sin insultarles ni ridiculizarles, aunque es difícil no caer en ello – de que están muy equivocados y que no vacunar a sus hijos no solo pone en riesgo a los suyos propios, sino a los de todos los demás porque se acaba con la llamada inmunidad de grupo. Hay que poner nuestro granito de arena para acabar con la estupidez.
Buenísima la imagen de la Jenny McCarthy.