Bajar la tapa del váter
Si algo aprendimos los informáticos de este mundo es que prácticamente todas las cosas pueden convertirse en una relación binaria. O sí, o no. O te gusta la tortilla de patatas con cebolla o sin cebolla. O quieres la cerveza con alcohol o sin alcohol. O bajas la tapa del váter después de hacer un cuadro abstracto nivel museo de arte moderno o no la bajas. Y en esta división de personas nos quedamos hoy: los que no bajan la tapa del váter hayan hecho o no un estropicio.
¿Por qué no bajan la tapa?
Es un misterio insondable, sin duda. A no ser que lleven una bolsa con el pipí y lo echen al inodoro, que en ese caso sería un misterio «sondable». ¿Es el gesto de bajar la tapa un esfuerzo de dimensiones extraordinarias que algunas personas son incapaces de hacer? Es posible, siempre y cuando sufras de ciática. Al agacharte a bajar la tapa te puedes quedar enganchado y es mucho mejor dejar eso abierto que airee a los cuatro vientos lo que acaba de pasar ahí. «Aquí han cagado». Gracias, Sherlock *voz nasal*.
También es comprensible que haya personas que no bajen la tapa del váter porque al agacharse les venga el aroma de la taza y tengan miedo de sufrir un desmayo que les lleve a hacerse un Trainspotting no deseado. Otros, quizá, tengan miedo a dejarla cerrada por si se despiertan de noche en plan sonámbulo del pis, se sienten sin comprobar absolutamente nada y creen de la nada el Amazonas en el cuarto de baño después de la instalación de fábricas y vertederos en sus ribas. Y al salir del baño, splash, splash, sprutt. A nadie le gusta un día de limpieza general inesperado.
Todo esto puede ser simplemente pereza. La misma pereza que nos hace dejar durante días el rollo de papel higiénico vacío sin tirarlo a la basura; o ese champú estrujado, al que no le queda más que aire, que se aferra al plato de ducha para no abandonarlo jamás. La pereza es mala compañera pues la tapa del váter abierta es un festival de bichitos en posición de «preparados, listos, ¡ya!» en cuanto pulsas ese mágico botón llamado CISTERNA.
Razones científicas para bajar la tapa del váter
En Internet podréis encontrar una cantidad enorme de artículos en los que os recomiendan encarecidamente que bajéis la tapa del váter, principalmente, antes de tirar de la cisterna. No es una cuestión de superstición: si no bajáis la tapa, el efecto del agua de la cisterna sobre todo lo que hay en el inodoro, dispara hacia fuera a montones de micropartículas entre las que puede haber lo más granado entre virus y bacterias fecales. Vamos, que conviertes tu, a simple vista, impecable lavabo, en una fiesta para un microbiólogo.
Los gérmenes se pegarán en tus toallas, tus cepillos de dientes, tus peines… Todo lo que tengas a simple vista en el lavabo terminará lleno de los restos de tu resaca de ayer. Qué asco, ¿no? Pues desde El mundo está loco y la labor social que me es encomendada por esto de escribir en público os recomiendo encarecidamente que no lo dudéis y bajéis la tapa del váter. Aunque os desmayéis de la peste. Agachaos y luego tirad de la cisterna. Vuestra salud os lo agradecerá.