Hacerse una resonancia magnética
Me pongo en vuestra piel y me imagino la cara que pondréis cuando veáis, así, de sopetón, que el tema del que hablo hoy va sobre las resonancias magnéticas. ¿Arquearéis una ceja? ¿Expresaréis estupefacción? ¿Os mostraréis muy interesados porque os hacen una la semana que viene ya que vuestra rodilla chirría como una bisagra de una mansión de peli de miedo? Quién sabe. Puede ser de mucha utilidad, hay quien se acerca a las pruebas médicas con un miedo terrible. Si no me creéis, id un día a mirar las caras que tienen en la sala de espera de las colonoscopias. Así que sirva este post como introducción al mundo del diagnóstico desde el punto de vista de un paciente cascado.
Ante todo no debéis tener miedo porque en las resonancias magnéticas no te meten nada por el culo. Y eso siempre está bien. En ese sentido: Resonancia 1 – Colonoscopia 0. Pero sí que son angustiosas si padecéis de algún tipo de claustrofobia. La máquina es como un donut gigante de chocolate blanco por cuyo agujero pasa una camilla. Ahí es donde vas a ir tú tumbado. Si te van a mirar la rodilla quizá solo meten tus piernas dentro del tubo; si es otra parte del cuerpo serás tú el que quedes embutido en el donut. Y si eres medianamente grande, lo estarás. Si tienes cierta envergadura – como un servidor – la sensación es un poco como estar en la peli de Buried. Pero mejor no lo pienses si estás dentro, que entonces no terminan la resonancia ni en tres semanas. Porque ahí no puedes tener el móvil para llamar a tus familiares mientras tanto.
Los enfermeros y enfermeras que te atienden te preparan y te recomiendan no abrir los ojos durante la prueba. De esta manera puedes estar pensando en pajarillos, en que estás tumbado en el campo rodeado de florecillas y frutos silvestres o en porno, en cuyo caso procura no empalmarte que en estos sitios siempre te desnudan. No quieras darle un susto a los pobres trabajadores que están allí. «¡Tiene un tumor en la entrepierna!» «¡No! ¡Es mi mente que cuando se aburre piensa en tetas!» «¡Pues no me quedo más tranquilo, oye! Prefería a los claustrofóbicos que me empiezan a gritar»
Así que mejor piensa en hierbecillas. El pequeño problema en ese plan es que si estás estirado en el césped, tus piernas y tus brazos podrán moverse y no estarán aprisionadas como si te hubieran metido en film transparente de cocina. Por si esto fuera poco, también tratan de aislarte de una de las peores características de las resonancias magnéticas: el cacareo de la máquina. Antes de meterte en el donut, te colocan unos tapones en los oídos y algunos protectores. Aún teniendo los oídos tapados, se oye el ruido infernal. ¡Cómo tendrá que ser sin protección! ¿Para cuando una resonancia con silenciador?
El sonido a veces empieza con un cla, cla, cla, cla. Para irse al ñoigo, bruuu, cla, cla, cla, cla, ploc, ploc, ploc, bruuu, brraaa, ñiii. Con el tiempo le vas cogiendo el ritmo a los ruiditos y si mantienes los ojos cerrados puedes imaginarte en tu juventud, en una sala de maquineo de los años 90, bailando cubata en mano. Por si no lo sabíais: la ruta del bacalao empezó en los 80 gracias a que Chimo Bayo tuvo unos pequeños dolores de espalda, lo llevaron a hacerle una resonancia y allí tumbado surgió la inspiración que cambió su vida por completo. La próxima vez que vayáis, poned la grabadora y haréis unas mezclas que ni DJ Theo con hache intercalada. Yo de la última salí pidiendo un gintonic.
Si conseguís hacer caso omiso a todo esto, podréis disfrutar de un curioso rato escuchando el Máquina Total 5 entre florecillas silvestres. Toda una experiencia. Pasada una media hora te dejarán salir y volverás a la realidad donde aún tienes ese maldito dolor de espalda. Si todo ha ido bien y no os habéis movido mucho, la resonancia habrá ido perfectamente y podrán diagnosticarte exceso de tensión en la espalda por pensar demasiado en porno. Así que si tienes que hacerte una en los próximos días, relájate y déjate llevar por la música involuntaria de las máquinas en forma de donut. Es solo un ratito.