Los gratisombies

periódicos gratis

No sabe lo que le espera

Un sudor frío recorría la frente de Pablo en su primer día como repartidor de periódicos gratuitos. Le había tocado a la salida de una boca de metro y estaba muy nervioso. Principalmente porque era su primer trabajo; y segundo porque había oído que los antiguos repartidores que trabajaban en la zona habían desaparecido en extrañas circunstancias. Corría el rumor de que había una serie de seres tenebrosos que hacían huir a los repartidores; o peor aún, algunos creían que terminaban en…

Buenos días, aquí tiene. Buenos días. Buenos días, su diario. Buenos días…

Su turno había empezado y todo parecía ir con normalidad, pero a lo lejos vislumbró lo que empezó a darle sentido a los rumores más escabrosos. Unos seres difícilmente identificables caminaban a paso lento, pero inexorable, hacia Pablo. Éste tragó saliva. Intentó no mostrar el miedo que empezaba a calarse en sus huesos. «No muestres el miedo, lo huelen» – los consejos de sus compañeros resonaban en su cabeza.

Los seres seguían acercándose hacia el puesto con los ojos desencajados, la mirada perdida. Unos iban con andador, otros con bastón. Algunos aún eran capaces de sostenerse por sus propios medios. Todos tenían en común una cosa: su grito de guerra. Mientras seguía repartiendo periódicos a los viandantes, Pablo lo oyó. Y un escalofrío le dejó helado.

– Peeeerrrrriiiiiooooooddicoossss. Perrrrriiiiioooodicos. – gritaban los seres.

Pablo se apresuraba a darles los periódicos tal y como demandaba la horda de seres arrugados que acababa de alcanzar su puesto. Pero estos eran insaciables. Los periódicos gratuitos atraían su atención y eran incapaces de conformarse solo con uno. Querían más y estaban dispuestos a todo.

– CUAAATRO. QUIERO CUAAAATRRRROOOO. PERRRIIIODICOOOSS. UUUMMM.
– Pero, si ya le he dado dos. ¿Para qué quiere más? ¿Ha de repartir los pasatiempos con su familia?
– CUAAAATRO. HE DICHO QUE CUAAATRRROOOO. UUUUMMM. PERRRIIIOO…
– Te…Te…Tenga. Tenga. No se sulfure.

abuela zombi

Miedo

Pablo seguía repartiendo los periódicos cada vez a más velocidad y no era consciente de la avalancha que se le avecinaba. Cuando se agachó a por cuatro más encontró su cesto vacío. Levantó la mirada lentamente y encontró a los seres arrugados con los ojos inyectados en sangre. Repletos de furia y ansia por periódicos gratis. Ya no quedaban, pero ellos no habían hecho el camino en balde. Ni una cola de veinte minutos. Y no se iban a ir de allí sin su diario. Pero no había más. Pablo no podía hacer nada, era su primer día. ¡No podían pedirle más! Así que los gratisombies se abalanzaron sobre él… Y se lo comieron.

De repente, una voz se oyó de fondo. Parecía el líder de la manada porque llevaba una gorra y un silbato. Gritó a sus súbditos:

Eh, eh. Guardad estómago y dejarsus un hueco bien gordo. Tenemos inauguración de local en calle Pelayo en 10 minutos. Arreando.

Y al grito de CAAANAAAAPIIIEEEESSSSSS y GRRAAAAAAATTIISSSSS, ESSS GRRRRRUUUAAAATISSS los gratisombies se subieron al autobús y marcharon en pos de una nueva víctima a la que esquilmar…

3 Respuestas

  1. Lo que no haga un jubilado por algo gratis no está en el diccionario, y eso que son periódicos, cuando se reparte algo de comer dan auténtico miedo y da igual lo que sea ¿eh? aunque sea algo que no se comería ni el de Gastronomía insólita, la cosa es que es GRATIS.

    • morri dice:

      Sin duda, a mí me abruman. Yo los veo a primera hora de la mañana haciendo cola por un 20 minutos y no van a coger el metro. Luego se van a su casa. El día que descubren internet con tantas cosas gratis se deben de volver locos. O gratisombies empedernidos.

  1. 02/10/2013

    Información Bitacoras.com…

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