El cambio de hora y sus chuminadas
Oh la la! La primavera ha llegado y no solo al Corte Inglés. Los días son más largos y los pantalones más cortos. Bueno, ahora se llaman shorts y dejan medio culo fuera, pero este tema lo dejamos para otro día. La primavera ha llegado y con ella poco tiempo después nos ha alcanzado el cambio de hora. Que no por habitual no deja de sorprendernos año sí año también. Y discutimos por las mismas cosas y soltamos las mismas puñeteras frases. Porque el cambio de hora es cíclico y nosotros… Nosotros a veces somos muy poco originales.
El sábado pasado a las 2:00 de la madrugada fueron las 3:00. Si estabas en una discoteca que sepas que aquel hit de Pitbull parecía que durase una hora y sí, duró una hora o más. O aquel polvo que echaste no duró un minuto, sino una hora y un minuto. Congratularos. Esto tiene una razón de ser, según los duchos en este tema este cambio de hora permite un ahorro energético de un 5% más o menos. Ahorro que se va a tomar por saco a cada subida nueva que nos calzan, claro. Para ahorrar en luz lo mejor es hacerse ermitaño. Una cueva y un fuego a tierra y andando. Pero no hay cobertura 3G, no se puede tener todo.
Fuera de los datos oficiales y la mandanga del ahorro a mí lo que más me interesa son las reacciones de la gente de a pie cuando se realiza el cambio de hora. «¡Oh no! ¡Dormiremos una hora menos! ¡Una hora perdida!» Pero luego tragarte una hora de un programa donde famosos se tiran en trampolín no es una hora perdida, no. Una hora que realmente vuelves a ganar en invierno en esa noche en la que a las 3:00 son las 2:00 y el pobre diablo que hace turno de noche esa semana se caga en los muertos, las castas, la familia y en la virgen morena del tío que se le ocurrió poner lo del cambio de hora. Eso sí, si le toca en horario de verano se frota las manos y besa en los pies del susodicho genio.
También hay quien disfruta soltándonos la obviedad de turno: «Qué bien, ahora se hace de noche más tarde». Que es un poco como sumar dos más dos. Cómo es el cerebro, la cantidad de conexiones neuronales, sinapsis, impulsos eléctricos que son necesarios para que podamos pensar… El trabajón que hay ahí dentro… Para decir eso. Ahora se hace de noche más tarde. Gracias por la información, ahora dormiré más tranquilo y procuraré acordarme de no encender la luz a las 6 de la tarde. Podría olvidarme de que es de día. Cuidao.Pero lo que más me fascina del cambio de hora es cuando al domingo siguiente la gente tiende a comentar a qué hora se levantó. Que es un dato muy interesante ahí donde lo veis. Conoces a la gente según la hora que se levanta un domingo: ¿2 del mediodía? Con resaca y fiestero. ¿Ocho de la mañana? Jubilado que va a por el periódico. Y así. Lo que pasa es que si te cuentan a qué hora se han levantado cuando cambia la hora siempre hay quien contesta: «¿Pero de la hora nueva o de la hora vieja?»
Que es un concepto la mar de paradójico y daría lugar a profundos ensayos: ¿El tiempo envejece? Nos podríamos poner a disertar sobre la cuestión, pero no va a ser el caso porque veo a alguien allí al fondo durmiéndose. Bueno en realidad no porque no puedo ver a través de la pantalla y eso y aún no he aprendido a activar vuestras webcams a distancia. Todo llegará. Al tema. La gente empieza a explicarse que si se levantó a las 9, pero eran las 10 de la hora nueva, o las 11 y las 10 de la hora vieja y unos líos porque al final todos miramos el reloj del móvil y la hora se cambia sola. El día que eso falle sí que se sembrará el caos por las calles y la gente llegará tarde a la oficina… Bueno, eso ya pasa ahora. Llegarán, ¡más tarde!
Pero últimamente el cambio de hora se ha convertido en una nueva excusa para la vaguitis aguditis o la creación de nuevas enfermedades para el primer mundo como los supuestos trastornos del cambio de hora. Que es que nos ponemos mu locos. Como si de un jet lag se tratase algunos consideran que el cambio de hora les cambia los ciclos a tope, el chacra y el macramé. Y así no se puede. Que quiten ya el cambio de hora. Que estoy mu cansao.
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