Hablar de las cacas de los bebés

«Menudo pedo colegui…»
La gente cuando es padre o madre suele perder cierta noción de la realidad. Con el paso de los años se acentúa, lo que antes no hubiera colado nunca jamás, como un «he estado potando toda la mañana del domingo porque la cena de anoche me sentó mal«, de pronto suena la mar de convincente. Sí, los padres pierden el culo por sus hijos hasta el punto de llegar a estados de pérdidas de conciencia adolescentil que les permite creer que sus hijos son Santa Teresa de Calcuta reencarnada con bigotillo incipiente y gallos en la voz. Cuando son bebés es mucho peor.


Cuando son bebés los niños son el acabose, no hacen nada malo porque no tienen maldad y el jarrón chino de la tía Gertrudis era feo de cojones y se lo merecía. Y aquí paz y después gloria. Las patadas a los viandantes son dignas de elogio: «Míralo, será futbolista» Sí, será futbolista, pero será Javi Navarro. Cualquier punto, mínimo aunque sea, de algún tipo de talento es exagerado hasta límites insospechados. Si suena música y le gusta será cantante, porque todos sabemos que el que con 2 años te guste la música dice mucho de tu capacidad vocal. «¡Castrémoslo antes de que se le joda la voz!» Siempre hay algún padre ávido de dinero. O si le gustan los coches y hace brum brum con la boca, es descarado, será Fernando Alonso. Ya lo habréis visto la tira de veces a Alonso dentro del coche: «Bruum, bruum, vamos Hamilton que ahora sí que te pillo, bruum, bruum» Es la táctica del brum brum.


La cosa se empieza a poner fea cuando empiezan a ver bonito hasta las cosas más escatológicas. ¿Alguien ve normal enseñar la caca de un bebé por ser su primera mierda? «Mira mira, qué mono, ay que negruzca, huele huele, huele que alimenta, mmm» Sólo les falta decir eso. Madre mía. Y te la ponen en la cara a la mínima. ¿Qué pasaría si siguieran con eso hasta la adolescencia? Ya me veo a las madres haciendo de mamporreras en el primer polvo de sus hijos y enseñando el condón a las vecinas: «Miraaa, miraaa la lechee de mi hijooo, su primer polvooo, qué mooono».


Y hombre, hasta ahí podíamos llegar. Que la gente lo hace, que parece que porque sea un bebé no pueda ser asqueroso un truño. Con perdón. Pero lo son, señores padres, lo son. Lo mejor es que entre las madres hablan entre ellas sobre las consistencias de las cacas de sus hijos. «Ay, el mío me caga la mar de durito» «Oish, pues el mío parece una fábrica de churros, juaa, juaaa» «¡Pasados por chocolate! ¿Verdaaad? Oiigh, estos críos». Todo les parece genial. ¿Qué hay en los críos que sus propios padres pierden la noción de la realidad?


Pues no se sabe. Universidades canadienses prestigiosas intentan arrojar luz sobre esta realidad padreril, pero no consiguen dilucidar el por qué de estos cambios repentinos de criterio sobre lo que da asco y lo que no. Sobre lo que es creible y lo que no. Es como los típicos eructitos que se les hacen hacer a los niños y que en el futuro serán condenados al ostracismo. ¿Por qué un niño eructando es sano y un hombre mayor está mal visto? ¿Debe el hombre mayor explotar por combustión interna? ¿No es eso crueldad con los mayores? Lo mismo ocurre con las ventosidades. Los peditos del crío son música celestial de los dioses. Un día de estos grabarán a bebés tirándose pedos y formarán un disco. O eso, o fue ya lo que hicieron con el último recopilatorio de Operación Triunfo.


Bebés del mundo, si leéis esto, vosotros que porque miréis un libro seréis Gabriel García Márquez, aprovechad ahora que podéis. Además, si miráis webs no estará mal visto y aún no os podrán llamar pajilleros. Padres del mundo, recordad que hubo una época en la que teníais criterio. O no.