Wigo: La ciudad donde todo es Navidad
Corre el año 2075 después de Cristo. Estamos en la ciudad-estado independiente llamada Wigo. Una antigua ciudad gallega cuyo nombre original no recuerda nadie. El alcalde más navideño de la historia consiguió acceder a los mejores tecnomédicos del planeta y se convirtió en un cyborg-alcalde-presidente-rey de Wigo y pasó a llamarse Letssee Gentleman. Desde entonces, la ciudad se ha convertido en un estado autoritario en el que es Navidad los 365 días del año. Las 24 horas del día. Los 60 minutos de la hora.
Moha Fernández trabaja en las afueras de Wigo, en una de las muchas plantas solares que fabricaron de 2060 a 2068 para poder mantener las luces de Navidad encendidas todo el año. Una de las cosas buenas que ha traído el cambio climático es que en Wigo ya no llueve tanto como antaño y hace solecito una gran parte del año. Con lo cual, el encendido navideño puede alumbrar la ciudad y parte de la provincia sin ningún tipo de problema de suministro. La parte negativa es que el paisaje ya no es tan verde, pero nadie se acuerda – o tiene prohibido acordarse – de que hubo otra época en el que el color verde podía no ser de neón.
Moha vive en un bloque de viviendas de veinte plantas. Vive pagando un precio de alquiler desorbitado por apenas treinta metros cuadrados en uno de esos edificios que crearon en 2058 para todos aquellos ciudadanos de la antigua Wigo que fueron expropiados para poder construir la atracción del trineo de Papá Noel más grande del mundo. Los raíles de las vías del trineo pasaban constantemente por dentro de las casas de los sufridos wigueses que protestaron airadamente en las grandes revueltas del 2057. El alcalde, ya cyborg y en proceso de ser dictador, resolvió el problema prometiendo nuevas viviendas para todos. El resultado fue que los ciudadanos como Moha quedaron hacinados en un edificio enorme, rodeados de múltiples vecinos justo delante de la noria más grande del mundo escuchando villancicos a todas horas. Pero debían sonreír, pues es Navidad. Es Navidad siempre.
Otros tenían un poco más de suerte, Moha tenía algunos amigos a los que les habían colocado chimeneas forzadas en sus edificios. No en el suyo, al menos tuvieron la decencia de no utilizar diez de los treinta metros cuadrados para colocar una chimenea. Pero otros que no se vieron afectados por la mega atracción del trineo, se vieron obligados a tener un fuego a tierra para que Papá Noel pudiera descender cuando quisiera. En realidad, Papá Noel era un agente de la policía navideña, un nuevo cuerpo policial creado por el alcalde en 2055, que accedía a los domicilios para comprobar que estaban bien decorados, con su belén, su árbol, su espumillón y sus luces encendidas. Los turistas podían acceder siempre que quisieran a cualquier casa de un auténtico wigués, para poder observar la Navidad desde dentro, así que tenían que tenerlo todo en orden. No hay lugar para la oscuridad en Wigo. Todo es luminoso. Todo es feliz. Todo es Navidad.
Moha tiene que salir de casa para irse a trabajar. Se pone su abrigo de plumas, pues en la calle hace mucho frío. Estamos a 5 de Julio de 2075, pero hace frío. No es que el cambio climático se haya revertido; es más, en el país vecino que rodea Wigo – España – hay temperaturas récord de 55 grados. Sin embargo en Wigo están en su propio clima y en la calle hay 2 grados de temperatura. Porque es Navidad. Y tiene que hacer frío. Así que tienen implantados por todas las calles aires acondicionados potentísimos que mantienen la temperatura ambiente a unos antinaturales 2 grados. Hay nieve y hielo artificial por doquier. Muchos wigueses trabajan también en las fábricas de nieve de las afueras. El que no trabaja en alguna planta solar, lo hace en la fábrica de nieve. Por trabajo no será, que hay que gastar. Que es Navidad.
Moha tiene frío. Está cansado de tener frío. Está cansado de llevar ese estúpido gorro navideño a todas horas. Todos los ciudadanos lo llevan. Es obligatorio. Todo para que los turistas estén felices. Es la única ciudad del mundo donde siempre es Navidad. Todo el mundo puede vivir la experiencia navideña en cualquier momento del año. Por eso Moha no puede ni plantearse mudarse de su edificio guetto. Los precios de los pisos en el centro de la ciudad están a precios fuera de este mundo. Los pisos se alquilan para una semana por el mismo dinero de un sueldo de tres meses de un wigués medio. Moha se hunde en estos pensamientos mientras va camino al trabajo, pero debe mantener su pose sonriente pues es Navidad.
- Buenos días, caballero. No está usted sonriendo – un agente de la Navidad espeta a Moha con tono serio, pero sonriente.
- Buenos días – dice Moha, tratando de estirar las comisuras de los labios al máximo, con poco éxito.
- ¿No estará usted renegando de la Navidad, verdad? Algún turista podría verle y fastidiarle la mañana. Han pagado un dineral para ser feliz por unos días en este paraíso navideño, no para que su cara larga les amargue el día. ¿Puede sonreír, por favor?
- No sé si puedo. Estoy cansado.
- Le estoy dando la oportunidad de sonreír. Póngase bien el gorro de Papá Noel y sonría. No le puedo dejar pasar a la avenida principal de esta ciudad de esta guisa.
- Haré lo que pueda – contesta Moha, resignado y alargando su boca al máximo.
- Está bien, puede irse. Pero que no le vuelva a ver triste.
Moha puede irse. Al menos esta vez, pero la policía navideña es implacable y está literalmente en todos lados. Está prohibido ser infeliz. Está prohibido no tener espíritu navideño. Las marcas dependen de ello. La ciudad depende de que todo esté impecable. El dinero fluye constante por el continuo ajetreo de turistas deseosos de Navidad, pero no para todos por igual. Moha ve una ínfima parte a pesar de ser un peón importantísimo en el flujo de electricidad de la ciudad.
En un descuido, mientras va pensando en sus cosas y en el encontronazo con el agente, Moha se choca sin querer con Baltasar. Baltasar, Baltasar. El auténtico e inimitable Rey Mago de Wigo. Lleva los últimos 20 años siendo el rey negro sin tener él ese color de piel. Se está decolorando un poco. Cada día ha de pintarse el cuerpo entero para mantener el personaje impóluto. Y cuando digo entero, entero. Hasta se sometió a una operación de alargBueno, no es necesario entrar en más detalles. Se pinta entero. Ha llegado a tal nivel que la pintura ha hecho estragos en su piel y cada día, cuando llega a casa y se ducha, sus alaridos de dolor se oyen ligeramente entre las pausas de «El Tamborilero» que suena en la noria.
- ¡Pero qué haces! ¡Mira por donde pisas! – grita Baltasar a Moha.
- ¡Perdón! ¡Estaba despistado!
Pero a Baltasar no le gusta su respuesta y le empuja. Acto seguido aparece un agente navideño poniendo orden con la sonrisa en la boca. Les manda callar y los detiene, pero Baltasar no está conforme. Quiere una compensación por la afrenta. Los turistas parecen acercarse y el policía empieza a ponerese nervioso. Moha no sabe qué hacer, pero sin duda es la pieza más desechable del trío. Baltasar lleva siendo rey 20 años y no pueden castigarle así como así. El policía sabe que Baltasar es casi intocable, hasta que no consigan un clon decente va a seguir siendo rey. No quieren convertirlo en cyborg como el alcalde porque nadie lo soporta, pero necesitan mantener el paripé el máximo de tiempo posible.
El problema es que los turistas se están arremolinando a observar esa actuación inesperada entre un obrero, un agente navideño y ni más ni menos que el Rey Baltasar. Las expectativas son altas y el agente sabe que no puede detener a un ciudadano delante de turistas pues podrían grabarlo y reventar la Navidad. ¿Qué pueden hacer? Moha empieza a chasquear los dedos y mover los brazos de lado a lado y canta.
- Hacía Belén va una burra…
- ¡RIN RIN! – cantan al unísono Baltasar y el agente
- Yo me remendaba, yo me remendé, yo me eché un remiendo yo me lo quité…
Y bailan y sonríen agarrados de los hombros, levantando sus pies al aire con arte y gracejo y espíritu navideño. Los turistas aplauden, todos sonríen. Es Navidad. Es la Navidad eterna. Moha sonríe. El agente sonríe. Baltasar sonríe. No saben por cuanto tiempo. Pero por ahora, han salvado la Navidad.
P.D: Hacía tiempo que no escribía, pero tenía muchas ganas de traeros este relato distópico navideño para celebrar estas fiestas. Siempre me gusta felicitaros la Navidad y este año también ha sido así. Espero que estéis pasando unas muy felices fiestas, manteniendo la llama del espíritu navideño, ¡y que tengáis un muy muy muy feliz 2023!