¿Cómo pudo colar que Clark Kent y Superman eran personas distintas?
Cuando intentas crear un mundo de ficción, ya sea en la literatura o en el cine, una de las partes más importantes que has de tener en cuenta es la de perfilar los personajes y dar verosimilitud al mundo que creas alrededor de ellos. Podemos creernos que un monstruo gigante nuclear destroce Manhattan – por enésima vez – pero perderá verosimilitud si la gente en vez de huir, le pide autógrafos; a no ser que quieras crear una historia de humor absurdo que en ese caso yo firmo con los ojos cerrados.
Son partes importantes de la ficción que si suceden y te das cuenta te pueden sacar de la historia. Lo que se llama: suspensión de la incredulidad. Es decir, me da igual la milonga que me cuentes, es una peli y me lo trago todo. Como diría Sasha Grey. Pero hubo un tiempo en el que quizá éramos un poco más ingenuos – o no habían foros en internet que analizaban al dedillo fotograma a fotograma cualquier historia audovisual – y parecía lo más normal del mundo que nadie cayera en la cuenta de que ese muchacho con capa roja, repeinadete y calzoncillos sobaqueros era la misma persona que Clark Kent, el muchacho con gafas, repeinadete y… ¿Si llevaba calzoncillos por fuera cuando era Superman, para diferenciarse más iba en plan comando con su traje de periodista serio?
A nosotros como espectadores modernos nos saca de la historia el ver que un tío al sacarse las gafas ya es otra persona. Es una manía muy hollywoodiense. Como cuando la chica fea del instituto con gafas de culo vaso resulta ser un pivón de pasarela con un simple gesto que hace cada día antes de irse a dormir. ¿Pero hubo algún momento en el que lo hizo? ¿Nadie se paraba a pensar esto porque no había foros de internet donde comentarlo y tus amigos te miraban raro? ¿O todo el mundo era consciente, pero nos sudaba más lo que viene a ser la entrepierna este tema?
Yo quiero creer que no, que cuando Clark Kent se metía en la cabina telefónica a cambiarse – ahora entendéis lo de los calzoncillos por fuera, con esas estrecheces cualquiera acierta – todo el mundo hacía la vista gorda y le daba lo mismo. ¡Un pájaro! ¡Un avión! Que confundir un pájaro con un avión tiene delito, pero no entremos ahora en más detalles nimios. ¡Es Superman! Y todo el mundo fascinado dejando de lado estos agujeros de guión que cualquiera que intentara publicar algo hoy en día en una editorial con estas cosas le tirarían los trastos a la cabeza y le pedirían que cerrara la puerta por fuera.Porque no solo pasaba con Superman, recordad a Ben Kenobi. ¿Quién hubiera dicho que un tío llamado Ben Kenobi con poderes Jedi no fuera en realidad Obi Wan Kenobi? Coño, Obi, cámbiate el apellido al menos si quieres pasar de incógnito. Que dices Obi Wan un poco rápido y te sale Ben. Mucha fuerza y mucho estos no son los droides que buscas, pero ni una miajita de imaginación para sacar un nombre más misterioso. Seguro que Obi Wan tiene internet y se hace un usuario para el chat de Terra que se llama Pollon69. Como si lo viera.
El caso es que hoy en día la suspensión de incredulidad está de capa caída. La gente ya cree que lo ha visto todo y hastas los niños arquean una ceja cuando ven alguna incongruencia de guión. Mas de una vez he oído a mi sobrino de 10 años decir: «Hala, qué falso» ante una situación de ficción con poca enjundia. Aún así, ahí tenéis a mogollón de productos culturales que se ríen de tu capacidad como espectador para mostrarte lo que les da la gana. Que sí, que nos podemos creer que los vampiros existen. ¿Pero con el cuerpo untado de purpurina? ¡Venga ya!
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