El plástico de burbujas
De pequeño siempre me había despertado curiosidad esos carteles que adornaban las cajas y ponían: «Muy frágil». Mi vocabulario de la época no me permitía reconocer el significado de «frágil», pero todo parecía indicar que lo que había ahí dentro era algo valioso. Luego de mayor aprendí que ese cartel lo ponían para que los amables trabajadores de Correos supiesen qué cajas podían tirar como sacos de patatas y con cuales podían jugar a baloncesto.
Sí, porque da igual que la caja ponga frágil porque todo el contenido que tengan siempre estará envuelto del poderoso… Pausa dramática aquí… No sé para qué tanto rollo, porque lo pone el título… El poderoso… Tachááan… ¡Plástico de burbujas! El mágico y fantástico plástico chispeante que lo aguanta absolutamente todo. Pones plástico de burbujas a un jarrón chino y no se rompe, lo colocas a un móvil y sobrevive una noche de fiesta loca, te lo aguanta todo. Vamos, ¡no sé como no envuelven a las centrales nucleares de plástico de burbujas! Si lo hicieran, dejaría que pusieran una justo al lado de mi casa con los ojos cerrados.
Sinceramente me cuesta comprender como es que los creadores de deportes de riesgo de estos para famosos suicidas no han inventado ya el burbujing. Envuelves todo tu ser de plástico de burbujas hasta que te cueste respirar y una vez enrollado te subes a una grúa o a lo alto del puente. Cuando estés arriba te tiras y rebotas. Boing. O explotarán todas las burbujitas, no lo sé porque nadie lo ha probado aún. En serio. Todavía no entiendo cómo es que no lo usan para fabricar parachoques de los coches e incluso los airbags. Te salta el airbag en la cara y mientras viene la ambulancia echas el rato petando burbuj… Un momento.Ahora lo entiendo todo. Jamás funcionaría cualquiera de estas ideas locas porque sería imposible aplicarlas. El tío que montara el airbag, el famoso suicida que se envolviera el cuerpo entero, el que coloca minuciosamente el jarrón en la caja frágil y el que envuelve la central nuclear tienen una cosa en común: todos hubieran colocado el papel sin una sola burbuja sin reventar. Todos se hubieran dedicado a petar una a una las burbujitas de forma totalmente mecánica e inconsciente. Ya veis al famoso en caída libre: «Plot, plot, plot, ¡mierda soy tontooooo!» Y chof.
¡Es como una droga dura! Seguro que alguna vez habéis tenido algún papel de este tipo en vuestras manos y no habéis podido dejar de reventar las burbujas. Tienen un poder hipnótico superior a nuestras fuerzas, sacan el niño que hay en nosotros, desconectan nuestro cerebros y solo vemos una cosa: «petar, petar, petar». Continuamente. Sin ningún motivo ni razón. Yo una vez entré en una joyería de piedras preciosas, cuarzos y demás y tenían un rollo de plástico de burbuja más grande que mi piso. Salí de allí siete días después, a la fuerza, mientras no paraba de gritar: «¡Una burbuja más! ¡Solo una más! ¡Y ya paro! ¡Lo juro!»
Después de estar en Proyecto Burbuja durante tres meses me dejaron salir con la condición de no acercarme a más de cien metros de una oficina de Correos. En serio, no cojáis plástico de burbujas. Aunque os lo regalen. Di NO.
Yo ahora estoy mucho mejor.
(Plof, plof, plof)