¿Compartimos el postre?
Yo no sé a vosotros, pero a mí de vez en cuando me gusta ir de restaurantes. Siempre que se pueda, o de repente decidas aprovechar y pillarte una oferta de esas en las que casi comes gratis. Sin ir más lejos, no hace mucho, cogí una oferta de un restaurante por aquello de probar uno al que vas sin recomendaciones de amigos o de gente cercana. A la aventura, corriendo el riesgo de encontrarte con uno de esos restaurantes de los que ponen un plato de tres por tres metros y luego traen una albóndiga en el centro con un chorrito de salsa gotelé; o uno de esos en los que tienes que llevarte tres tuppers y dos botes con manzanilla ya hecha para poder digerirlo algún día.
No hay término medio. Aunque alguno hay en los que el plato es pequeño y la comida también es escasa. Que estás por decirle al camarero: «Oiga, que yo he venido aquí a comer; no a hacer fotos al plato como si tuviera Instagram». Y claro, alguno te explica que es que el plato es minimalista, la comida es minimalista y demás excusas de restaurador tacaño. Pero el hambre no es minimalista, señor Adrià.
De todas formas en el mundo pijo se está imponiendo una forma de pensar que para los dueños de restaurantes es cojonuda, pero para la gente a la que le gusta comer es un peligro tremendo. La frase es esta: «Lo bueno de una comida es quedarte con un poco de hambre« Claro, y lo bueno de echar un polvo es no correrte nunca. Aunque algún fan del tantra te dirá que sí, de todo hay. Llegados a este punto podemos aceptar que te puedas quedar con un poco de hambre después del primer y segundo plato. Y ahí llega el momento del postre. El momento de terminar de llenar eso que los platos anteriores no han sido capaces de conseguir.
Ahora imaginad. Estás con tu novia… Esto, perdonadme, pero lo que voy a contar os pasa mucho más a las mujeres que a los hombres. Así que estás con tu novia, os traen la carta de postres y ella te dice: «Pues yo no tengo mucha hambre más, creo que no voy a pedir postre» Bueno, como quiera. Si no quiere postre no le vamos a obligar y meterle kilos de cucharadas de flan con nata: «¡Come! ¡Que te estás quedando en los huesos! ¡Come!». Así que llega el camarero y le pides tu crema catalana o tiramisú de la casa y ella no pide nada. Pero se va el camarero, te mira con cara de corderito degollado y te dice: «Bueno, ¿lo compartimos, no?»
Vamos a ver, ¿no habíamos quedado en que estabas llena y no querías postre? Y eso cuando te avisa. Que podría darse el caso de que coja una cuchara de la mesa de al lado y directamente ataque tu postre cual cazador furtivo. Entonces te acuerdas de la mítica escena de Joey en Friends. Mirada asesina, hambre acuciante y discusión con tu novia.
– «¡El amor es compartir!»
– «¡Si ya compartimos la mesa!»
– «¿Y por qué no el postre?»
– «¡Porque tengo hambre! ¡Pídete uno!»
– «No me comería uno entero, pero a medias… ¡Rancio!»
Y miente. Miente como una bellaca: se come casi todo el postre. Y rebaña. «Ah, pues al final tenía más hambre de la que pensaba». Ojos de furia y el hambre sin ser saciada, cuántas crisis de pareja se hubieran evitado si en las cartas de restaurantes hubiera un «medio postre» como opción a elegir para novias de poco buche…
Esta situación es todavía peor si el postre que pedimos nos está gustando mucho, una cara que se nos queda… por eso la mejor opción aunque no tengan mucha hambre se pidan uno también y si no se lo acaban ya nos lo acabaremos nosotros.
¿Compartimos el postre? http://t.co/TS1zbHfn
Yo pido mi postre si quiero y si luego se me antojó el que él se estaba comiendo pues no creo que se haya pedido el mero último: pido uno igual. Es que meter la cuchara en el plato ajeno es de cansinas remolonas.
Pues yo opino que igual daría que ofrecieran el postre en medios, cuartos o micras: seguirían haciéndolo. Ya no es hambre, es el ansia viva, es el querer más y más.
El postre es una perfecta analogía de ese rato que te reservas para ti sólo y que lo aprovechas para leer, ver esa película que a ella no le gusta o jugar a algún videojuego. Parece como si tuvieran una cámara oculta, en el momento en el que más estás disfrutando asoman diciendo «laaaa cariñoooo, ¿k ases?» y esta parte con voz de corderilla «¿estás ocupado?¿te lo estás pasando bien?» y tu por dentro estás poniendo esta cara… http://tiny.cc/bnz1rw
No os engañeis hombres que leeis esto, es una cuestión de poder y no de hambre.
Sun salud☼.
¡Cuanta razón!
waka! waka!
Son escenas clásicas en una relación. Parece que dicen que no quieren postre para aparentar que no tienen ganas de comer (aunque la tengan) y luego se comen el nuestro pero como ellas no han pedido postre siempre pueden decir eso de «pues yo nunca pido postre» y quedan guay ante sus amigas.