Si la gente fuera como la describen las abuelas, el mundo sería maravilloso
Cuando uno tiene un ataque de egocentrismo y se lanza a contar las bondades que uno mismo hace, siempre hay alguien que te soltará la frase: «Tú no tienes abuela, ¿no?» Y es que a partir de que un nieto nace y empieza a salir del vientre materno… Qué fino queda, he estado a punto de decir: «sale del chichi materno». Ahí va, ya lo he dicho. Bueno, sigamos. A partir de que el nieto viene a este mundo las abuelas activan un microchip en el cerebro, más o menos a la altura de la oreja sorda, no me grites por ahí que no oigo, ya sabéis; que provoca que todo hecho realizado por el nuevo humano sea la repanocha en verso. Cualquier cosa. Con lo cual, imaginad por un momento que lo que dicen las abuelas fuera cierto: no habría hijoputas en el mundo.
Sería maravilloso. Un mundo utópico definido por las abuelas. Para ellas todo lo que hace su nieto es bueno, sea lo que sea. Y si no lo es le dan la vuelta para que tenga una parte positiva. Que el nieto es un ladrón: «Ay mi niño, que nunca ha tenío nada suuyo…» Que el nieto es un asesino: «Ay e que tiene un pronto… Pero e mu buena persona, con cinco años me recitó un poema» Da igual lo que haga, todo tendrá una vertiente positiva. O aunque el nieto tenga ya treinta años, las cosas graciosas que hizo de pequeño compensarán toda maldad que pueda hacer de mayor.
Eso pasa con todas las abuelas. Incluso Hitler tenía una abuela que lo tenía mimado. Para ella el niño tenía un carácter «fuerte», era muy suyo y no es que fuera un racista anti-semita sino que un día le sentaron mal las judías que le preparó y les cogió manía. Pero él no hacía nada malo. Sería incapaz de matar a una mosca. Y puede que sí, a lo mejor a las moscas no; pero a todo lo demás que se movía… Si Hitler hubiera sido de verdad como la abuela lo pintaba el mundo hubiera sido mucho mejor.
Esto además genera ciertos traumas a los nietos que tienen abuelas que no cumplen estos requisitos. Había una chica a la que la abuela no sólo no le piropeaba sino que encima le insultaba. «¡Abuela! ¡Tú no eres como las demás!» «¡Cállate maldito gusano! ¡Cómete la sopa ahora mismo y luego me fregarás toda la casa con la lengua!» Y así todo el día. Hasta que por fin descubrió que no era su abuela, que era el lobo y la tenía esclavizada. Pero en fin, Caperucita nunca fue especialmente lista.
Uno ve esto y se pregunta, ¿cómo es posible tal ceguera de amor de nieto? Que el amor de madre ya empieza a activar ese chip. Sino existiera eso jamás podríamos decir a las madres que vomitar un domingo por la mañana equivale a que la cena sentó mal el día anterior. «No sé qué ponen en esos restaurantes, debío ser garraf… Digo, comida en mal estado». Y ellas cándidamente se lo creen. Cuando llegan a abuelas esa ceguera aumenta en proporciones abismales y no sólo se creen que la cena te sentó mal, sino que además van al restaurante, ponen una denuncia a Sanidad y de paso le queman el local. «¡¡A mi nieto no se le pone comida mala!! ¡Que tiene el estómago mu sensibleeeeggh!» Y la abuela en plan Rambo destrozando el restaurante.
El caso es que las abuelas se han convertido en una pieza fundamental para el mantenimiento de nuestros egos. Eso sí, si quieres saber si una noche estás guapo para ligar no le preguntes a ella. Antes de que te hayas arreglado, aún en chandal, te dirá: «Qué guapo vas esta noche, míralo». Así que no tengáis demasiado en cuenta sus opiniones en estos casos. Aunque ellas saben como reflotar la moral aunque sepas que ellas lo están diciendo porque tienen el chip programado. Nosotros tenemos otro que nos hace darles la razón mientras nos grita: «Dame un besitoo de buenaah nosheee»
3 Respuestas
[…] “quiero hablar con su encargado” sino: “Niña, ¿te he hablado alguna vez de mis nietos?”. […]
[…] creo que cumplí mínimamente. Teníamos que salir de dos en dos y subir las escaleras como las abuelas. Izquierda-derecha-jé-jé, al ritmo de la música y con mucho cuidadito. Y luego levantar las […]
[…] le importará si hay una DUI o si tu cuñada se ha puesto el DIU para no darte más sobrinos. La abuela es lo primero, así que métele sin pudor un trozo de albóndiga hasta la gargantilla y que empiece […]