Los médicos necesitan dar una buena impresión
Por alguna razón inexplicable los médicos generan cierta desconfianza entre la población. O por lo menos entre cierto tipo de personas como esos adictos a la medicina natural que cura todo menos lo que te pone enfermo. Sin ir más lejos, a los médicos se les apoda matasanos como si cuando vas a ver a un médico te pusiera él enfermo y no que tú lo estuvieras y no lo supieras. La gente dice: «No, no ¡cof! voy al hospitalggh ¡aaatjó!, que luego mecff ¡atjó! ¡cof! encuentran de todo con lo bien que estoyggshh ahoracfff». ¡No! ¡No voy a la peluquería que luego resultará que tengo el pelo largo y me lo cortan!
Aún así, hay médicos y médicos, y siempre hay quien te genera más confianza y quien menos, con lo cual los doctores siempre tienen que mantener ciertas formas para dar una buena impresión. Como por ejemplo sacar las recetas con una HP. Y este es el chiste malo del día, pueden guardar sus escopetas recortadas. Por favor. Gracias. Por ejemplo tú vas a una consulta privada de un médico en su casa, o a un dentista, ¿y qué tiene colgando en las paredes? Diplomas. Libros. Y no Crepúsculo, no. Un montón de tochos de medicina. Que a lo mejor no los leyó, a lo mejor están huecos; pero están ahí. Y más diplomas por aquí y por allá, que no sabes de donde sacó el tiempo para sacar tantos títulos. Tiene más títulos hasta que Guardiola. El acabose. Ahora imaginad la misma casa, del mismo médico, pero todo repleto de San Pancracios, patas de conejo, atrapasueños, dientes de niño y una lanza y un escudo de una tribu africana. Pues hay gente que esto último le inspira más confianza.
A mí no, la verdad. Aunque los diplomas no sean garantía de nada. Nadie llama al Ministerio de Educación a comprobar si esos títulos son de verdad. La verdad es que nadie se acerca a mirarlos, y a lo mejor pone: «Al mejor papi del mundo» y no lo sabemos. Pues bien, todo esto viene a que yo tengo un médico de la alergia, que tiene consulta privada pero concertada con la Seguridad Social. Me trata mi alergia al polvo, un problema bastante gordo cuando estoy con chicas. Que si me has dejado llena de babas con tanto estornudo… Qué más dará una baba más, una baba menos; pero en fin, es un problema. El caso es que este médico tiene un poco pinta de colgado, pero sabe de lo que habla. Inspira y expira confianza. Te dice que te tomes algo, y te fías, ¿porque te curas? Sí. Pero hay médicos que te curan y siguen sin inspirarte confianza. ¿Por qué?
Realmente no hay una explicación, los hay de los que te fías y los hay que no. ¿Pero tiene que ver nuestra impresión con lo que saben? Uno imagina que nada. Pero… ¿Qué pensaríais si cuando fuerais al dentista pasara esto?:
– Hola, doctor, creo que tengo una muela picada.
– Fffi, paffe, ahofa mifmo le afiendo. Me fongo la fentadufa y enfeguida eftoy con ufté.
No sé vosotros pero yo salgo huyendo. ¡Y no tiene por qué ser mal dentista! Quizás le tocó uno que era realmente malo, al fin y al cabo no creo que los dentistas se arreglen la boca ellos mismos delante de un espejo. ¿O sí? De todas formas, esas dentaduras tan perfectas de algunos de ellos a veces genera sospechas. O imaginad, queridas lectoras, que vais al ginecólogo y encima de la mesa tiene una revista porno. ¡Y un montón de Kleenex desperdigados por la mesa! Quizá luego es un profesional como la copa de un pino – que si eres profesional, tienes que serlo como la copa de un pino, no de otra forma- pero a ver qué cara ponéis cuando os diga: «Siéntate ahí y ábrete sésamo».
O un traumatólogo cojo. Que ellos no se operan a sí mismo, pero daría grima. Por lo menos habría que preguntarle quién le operó para saber a qué médico no acudir. «Pues fui yo mismo, que me dije, voy a hacer prácticas de la Universidad en casa, y… Bueno, salió un poco mal. Pero no me puedo quejar, a mi hijo le tuve que implantar una mano en el pie, más moono». Ni que lo diga. Mono total. Así podríamos seguir hasta el infinito, entrar en la consulta del otorrino y este te estuviera respondiendo: «¿¿Quéeé??» «¡¿Qué?!» «¿Cómo dice?» todo el rato; o entrar en la consulta del dermatólogo y que estuviese mudando la piel… Todos esos detalles que hacen que uno pueda perder la confianza, y a lo mejor todos ellos son grandes médicos.
Por eso tienen que cuidar la imagen que dan de cara al público y hacer que la gente confíe en ellos. Que luego inconscientemente se van a curar a hospitales homeopáticos y ya la hemos liado.
Mi hija siempre dice que ella se operará de la miopía cuando lo hagan los oculistas, que siempre te atienden con sus gafas último modelo.
Oye ¿y los cirujanos plásticos tendrán que ser tipo George Clooney? Porque yo conozco a alguno…
Mi abuelo materno era médico, cuando se jubiló siempre nos decía que no nos fiasemos de las doctos galenos.
Apenas voy al médico, podría decirse que casi nunca, más bien de acompañante; espero dejar mis cuitas de la salud para con el forense (toquemos madera), aunque cualquiera sabe, tal vez, algún día, al proctólogo, para aquello del tactillo rectal y el punto P,…¿quién sabe?.
jane: Cierto, si te atiende un cirujano plástico con patas de gallo y sin botox ni es cirujano ni es ná. Lo de los oculistas con gafas siempre es curioso, porque seguro que algunos las llevan solo para hacer publi de la marca y a lo mejor ni les hace falta…
Tiberio: Yo si me tienen que hacer un tacto rectal y empiezan a buscarme puntos por ahí salgo corriendo de ahí. Pero corriendo con las piernas.
Una vez cuando niña y me rompí el brazo y me lo escayolaron; pues cuando fui con mi madre a la consulta a que me quitaran la escayola (ya curado el brazo, se supone) y venía la médico con una sierra de cortar escayolas que hacía un ruido horrible, grité y me escapé corriendo XDDDD Anda que no era yo miedosa…
Ahora ya no tengo tanto miedo, aunque sí un poco de cosa :P
ola quiero mandar saludos desde mexico :D
la última foto del médico da miedo, soñaré pesadillas :SSSS
jajaja XDD