Los best sellers

Forges siempre lo dice mejor
Según los últimos estudios realizados sobre hábitos de lectura de la sociedad, solamente un 36% de mujeres y un 30% de los hombres lee frecuentemente. Sin embargo, si encuestaran a la gente que viaja habitualmente en el tren ese porcentaje aumentaría mucho. Sí, no solo los viajeros del tren llevan la música en el Ipod en el modo rompetímpanos, que un día de estos a alguien le sangrará el oído y nos parecerá lo más normal; sino que la gente del tren lee mucho, o lo hace ver. Porque no hay nada que le permita a uno mejor hacer ver que lee que un best-seller.


Si hay un best-seller por antonomasia en los últimos años este es Los Pilares de la Tierra. Este tocho de mil y pico de páginas, además de servir de arma antirrobo por si entran a robar a tu casa, también sirve para leérselo. O cuanto menos hacerlo ver. Es común ver a alguien en el tren llevando ese libro a cuestas con lo que pesa. Ayer mismo, sin ir más lejos porque sino me canso, una chica que se sentó delante mío se preparó el asiento para leer su pequeño ladrillo. Se puso la mochila en las piernas, el libro encima, sufrió una rotura de rótula, se la recolocó y seguidamente se puso a leer por una página aleatoria. No sé como de divertido será el libro en cuestión, pero en una hora de viaje no pasó página. A lo mejor era que esa página era tan interesante que daba hasta cosa mirar la siguiente. «¿Y si no me gusta?»


Y es que estos libros, por mucho que digan, no están hechos para ser leídos. Están hechos para ocupar estanterías. Luego te regalan la versión de bolsillo y parece que te hayan gastado una broma. A mí me lo regalaron y después de ver: Los pilares de la Tierra, edición de bolsillo; me quedé pensativo. ¿Qué tipos de bolsillo tienen los directivos de la editorial en cuestión? Porque oye, yo juro que lo intenté. Me puse mis tejanos, normales, un poco ajustados y metí mi libro en el bolsillo. ¿Por qué? Pues porque es de bolsillo. Y no es por nada, no es por malmeter a la editorial, pero es que parecía Nacho Vidal con priapismo. Que me pararon por la calle y me dijeron: «Oye, que hay doctores que lo curan esto, te doy su tarjeta» Y yo no, es que estoy leyendo los pilares. Entonces lo entendió todo. «Ah, yo también lo he leido…»


Lo malo que tiene un best-seller es que todo el mundo se lo ha leído y te da la brasa. Y lo más curioso es que cuando le comentas a alguien que te lo has leído te mira sorprendido como si fuera una casualidad cósmica. «¡Anda! ¡Te has leído el Código Da Vinci! ¡Yo también! ¡Qué casualidad! ¡Forniquemos como conejos en celo!» Bueno, exactamente no es así, pero estas cosas se usan para ligar. El caso es que no es tan raro que alguien coincida con otra persona cuando se han vendido millones de copias de un mismo libro. Y esto es una obviedad como un templo. El problema es que si estás en un sitio público y usas como excusa para ligar la casualidad de un libro best-seller, es probable que se junte otra gente que también y se forme un coloquio libril que ríete tú de Negro sobre blanco. Y tú gritando: «¡Era una maldita excusa para ligar mamones! ¡El libro es una mierda seca!»


Lo mejor que tienen estos libros, como decía antes, es que adornan perfectamente las estanterías. Sí, porque un best-seller se compra y luego ya se verá si se lee. Tú puedes regalarle a alguien Un mundo sin fin y aunque no se lo vaya a leer al menos sabes que la portada está tan cuidada que, leches, al lado de la figurita de Lladró quedará de purísima madre. Hasta en la FNAC queda mejor. Recuerdo cuando acababa de salir el libro de marras estaban todos los libros apilados a montones. Que dices, un día de estos venden best-seller a granel. «A ver, le pongo aquí un poquito de catedrales, otro poquito de Grial perdido, cuatro historias apócrifas de Jesucristo y una pizquita de misterio con los protagonistas en tensión sexual que al final acabarán liándose» ¡Y ya tienes un best-seller! Llámale El Misterio de la Cruz de la Catedral del Grial y a vender como churros.


Sí, es que mencionas Grial y a las editoriales se les ponen los ojos como chiribitas y el símbolo del euro. Vas con cualquier mierda y te la aceptan. Un día iré a cualquier editorial y les diré: «Tengo una historia de un oso panda que lucha por la supervivencia de su hábitat luchando contra ejércitos de soldados vestidos de pingüino que disparan bolas de pintura y hay un detective que busca con una chica que no conoce de nada una excusa para acabar con el panda». Se me quedaría mirando el director, de arriba abajo. «Esto… ¿esto lo has escrito tú o te ha ayudado tu padre?» Y yo: «¡Y los soldados buscaban el Grial!» «¡Traígame ese manuscrito ya!» – diría el director sin dudarlo. Son tan previsibles.


Al final, los libros que más satisfacciones te dan son los que tienen menos publicidad; por ejemplo, este libro que me regaló una gran amiga. Y todos estos que buscan vender copiando el éxito de marras aburren con sus esoterismos y con la última historia inventada que aporta datos sobre el primer pelo en el bigote de Jesús. Pronto estará en sus librerías. Eso sí, todo hay que decirlo, si no fuera por ellos la industria del libro se iría al garete en dos días.