Mi nuevo deporte favorito es esquivar a los que caminan whatsappeando
Es mi nuevo deporte favorito, sí. Esquivo a todos los transeúntes que deciden jugarse la vida en el día a día mirando antes al móvil que a las farolas, coches, pasos de peatones, personas que caminan tranquilas, señoras con tacatá o perros aullantes tras recibir un pisotón en la pezuña. Lo llamo el smartphone-slalom y consiste en ir esquivándolos en el último momento, ese en el que el portador del móvil termina levantando la cabeza con un «¡coño!» justo antes del posible impacto. Qué susto se llevan todos.
Y yo me pregunto, ¿qué puede haber más importante que tu propia salud física? Le podría preguntar lo mismo a la gente que fuma, pero da igual: ¿tanta prisa corre ese mensaje de Whatsapp de la churri, el churri, la mami o el grupo que manda setenta fotos de un negro pollón? ¿De verdad que no puede esperar? Pues ahí que va la gente mirando hacia abajo. A ver si va a ser verdad que la vida es eso que pasa mientras respondes una a una todas las notificaciones del Whatsapp.
Creo que si la evolución sigue su curso llegará el momento en el que nos saldrán ojos justo en la parte superior de la frente y aquellos a los que no les salgan se extinguirán por atropellos o tropiezos mal dados. La ley del mejor adaptado. No me extrañaría tampoco que los móviles llevaran una cámara interior para avisarte de objetos peligrosos con tal de que no apartes jamás la mirada de sus luces parpadeantes. ¿Qué puede haber mejor que mirar la pantalla? A ver si vas a levantar la vista y vas a ver a alguien feo, teniendo setenta conversaciones por contestar e iconos de los más variados colores.
Este tema llegará a tal exageración que no me extrañaría que apareciesen carteles por la ciudad pagados por el Ministerio de Sanidad que pondrían algo así como: «Eh, tú, MIRA P’ALANTE», pero para que alguien les hiciera caso tendrían que ponerle un sonido de claxon justo al pasar por el lado. Para que el susto de pensar que hay un coche a punto de atropellarte te haga levantar por fin la vista y decir: «¡Coño!» Y tengas esa sensación adrenalítica de haber salvado la vida por un instante. Quizá es eso. Quizá es hablar por el móvil por la calle es el nuevo vivir al límite. Lo que son las cosas.
Lo peor es cuando el que whatsappea es un conocido al que tienes que esquivar para no comerte el suelo y que luego se queja de que no le saludas. O los que van con el whatsapp y el perro, con la correa con varios metros.