Amar en tiempos del teletransporte

kepler-438b-concepto

No se pudo resistir. El pequeño especímen pertenecía a una raza de exploradores galácticos provenientes de un planeta de nombre impronunciable. La antigua humanidad lo solía llamar Kepler-438b – no es que tampoco fuera un nombre muy fácil de pronunciar y memorizar con tanta letra y número, en realidad parecía más una contraseña que un planeta – pero sus habitantes tenían una forma tan curiosa de llamarlo que no os la puedo decir ni escribir. Los teclados humanos no dan mucho margen a trazos en forma de ameba. Como os decía, el pequeño Drsddfkpf – era su nombre, no me he caído en el teclado -, con su puntiagudo apéndice ocular que sobresalía de su caparazón redondo, no pudo resistir a los encantos de la maravillosa Lampariga de Fristrifún.

Lampariga de Fristrifún – que así era la traducción de su nombre al castellano antiguo del siglo XXI – provenía del planeta Fristrifún. Fristrifún era un planeta de nombre absurdo y de situación extraña. Estaba muy lejos de su estrella, la cual, además, iluminaba más bien poco; lo que hacía que el planeta estuviera constantemente en la penumbra sino en la noche. Aunque pareciera extraño la vida se había hecho fuerte allí; eso sí, de una forma ciertamente curiosa. Lampariga era más bien líquida, pero podía adaptarse a cualquier forma. Era completamente transparente a excepción de unos rebordes blancos alrededor de lo que podría considerarse su cuerpo. En aquel planeta no necesitaban el color, puesto que la ausencia de luz era notable; y además, tampoco necesitaban la visión. Lampariga era completamente ciega.

A decir verdad, completamente no; puesto que tenía sus métodos para poder moverse por su mundo y los mundos extraños a donde iban a parar muchas especies en la Era del Teletransporte. Lampariga de Fristrifún se guiaba a través de pequeñas expulsiones de plasma acuoso que quedaban enganchados sobre cualquier superficie y transmitían información mediante una especie de neurotransmisores aereos hasta el cuerpo de Lampariga. Esto tenía un ligero problema, para la mayoría de las demás especies de la galaxia este plasma era tóxico y no son pocos los que han muerto accidentalmente por culpa de algún paisano de Lampariga. Así que podríamos decir que los agüitos de Fristrifún no eran la especie más popular del Universo.

mundo_alienigenaPero había una pequeña excepción. Siempre la hay. Cuando Lampariga se acercó al pequeño Drsddfkpf lo llenó todo de plasma acuoso tóxico. Después de que sus neurotransmisores le avisaron de haber salpicado a un atractivo y extraño Fkpfmo – lo siento, ya he dicho que no se podía pronunciar, en realidad esta vez sí que me he caído en el teclado – intentó pedirle perdón, a la manera de Fristrifún: con un escupitajo de plasma un poquito menos espeso. Drsddfkpf no entendió nada; pero, a diferencia de la mayoría de especies de la galaxia hasta el momento conocidas, no sufrió de dolorosos espasmos que le llevarían a la muerte instantánea, sino que disfrutó de un pequeño shock de gustirrinín que le hizo levantar un bulto en su caparazón. Los de la especie de Drsddfkpf eran completamente redondos, a excepción de su apéndice ocular, pero cuando se excitaban sexualmente les salía una protuberancia en el caparazón igual que la de un balón cuando se rompía y sobresalía la cámara de aire.

Eran muy diferentes entre sí, pero no pudieron evitar quedar prendados el uno del otro a primera vista. El amor intergaláctico no estaba bien visto entre las especies dominantes de la galaxia, pero no parecía una barrera para lo que acababa de surgir entre apéndices y babas de otros mundos. Empezaron intentando comunicarse a través de los métodos que ellos conocían: él a través de movimientos para adelante y para atrás usando su esférico cuerpo; ella lanzándole una y otra vez litros de plasma que lo único que conseguían era poner a Drsddfkpf bastante burrote. Así pues, el amor pasional venció rápidamente al racional y se entregaron en cuerpo y plasma a su recién estrenado romance. No me preguntéis cómo: solo soy un simple observador omnipotente; no un experto exobiólogo.

Al cabo de los años Lampariga de Fristrifún y el pequeño Drsddfkpf consolidaron su amor y aprendieron a comunicarse no con pocas dificultades. Por no hablar del día en el que Lampariga le quiso presentar a sus madres. En el planeta Fristrifún los agüitos no tenían padre, pero sí podían llegar a tener mil madres. Tenían un método de reproducción que requería de múltiples especímenes para tener éxito. El apéndice en forma de cámara de aire se desinfló rápidamente cuando el plasma de Lampariga le hizo entender que tenía mil suegras. Comprendedlo. Pero esa no era la peor noticia que tenía la exobiología para el pobre Drsddfkpf y la pobre Lampariga. Su relación pasional no podría darles un vínculo único entre los dos, jamás podrían tener hijos. Y eso que en aquella época la ciencia avanzaba una barbaridad.

Hubiera sido sin duda un hito: el primer caso de descendiente entre alienígenas de distintos planetas de la galaxia. El teletransporte había llevado a la confraternación de muchas especies en el universo, pero aún los expertos en genética de los entes dominantes eran incapaces de crear hijos a partir de especies completamente diferentes. Lampariga y Drsddfkpf no se dejaron llevar por el desánimo, lo importante es que ellos se amaban y disfrutaban de las puestas múltiples de estrellas lejanas entrechocando el líquido de Lampariga y el cuerpecito esférico de Drsddfkpf. Adoptarían a un Pustufino del planeta Gorkai, que eran muy cucos y solo mataban en raras ocasiones, y vivirían felices. Porque las dificultades del universo no eran nada, si se tenían el uno al otro.

Deja una respuesta

Tu dirección de correo electrónico no será publicada. Los campos obligatorios están marcados con *

Este sitio usa Akismet para reducir el spam. Aprende cómo se procesan los datos de tus comentarios.