Le hemos preguntado esta mierda a la IA y nos ha respondido este clickbait
Hola, buenas, ¿qué tal? Soy Morri y tengo un blog desde hace la friolera de más de 20 años. Hace cosa de un año escribí el último post. Me recordarán por posts como los nicks del Messenger o mentiras y mentirijillas de las ofertas de trabajo y si habéis actualizado esta pantalla cada cierto tiempo, lo de cuándo felicitar el año nuevo. Si fuera por nosotros, nos estaríamos felicitando 2025 ahora, en diciembre. Diciembre DE 2025. Porque no nos hemos visto en todo el año. Gajes del oficio de padre por duplicado. En marzo tuve mi segundo hijo y, bueno, lo de Einstein y el tiempo es relativo queda bastante patente a partir de ahora.
Y diréis, «¿Ni un ratito para escribir? ¿Seguro? Que te he visto poner mierdas en Bluesky o abrir una cuenta de Instagram dedicada exclusivamente a poner chistes malos». Pues también. Cuando se quiere se saca tiempo de debajo de los pañales, pero resulta que para escribir hace falta un poquito más de tiempo. Algo de pausa. Algo de calma. Y me niego a externalizarlo a una IA. No como la granja de Pepito que IA, IA, OH. Perdón, que es que hacía tiempo que no oía el zumbido de los ladrillos lanzados contra mi cabeza y quería sentir otra vez esa sensación.
Sí, de esto venía a hablar yo. De esos artículos en prensa que usan la IA como gancho narrativo. Les han dicho: «Oye, que hablar de la IA dicen que da visitas, pregúntale cualquier cosa a la IA y haz un artículo con lo que te escupa». Y cada día salen del orden de treinta trillones de quintillones (contados así grosso modo) artículos no ya que estén escritos con inteligencia artificial, sino que lo están con inteligencia diferida. Es como si los periodistas se hubieran convertido en el meme del perro en el kiosko que nos dice: «No nos quedan neuronas, ninio; solo este mojón».
Vayamos a los ejemplos, que si no parece que me invento estas cosas. Seguro que habréis visto ya unos cuantos, pero vamos a ver qué se cuece por la edad de oro del periodismo: «Le hemos preguntado a la IA cuál es el país más seguro si se desata la Tercera Guerra Mundial«. Creamos un supuesto, le damos a la batidora de la inteligencia artificial y a ver qué nos cuenta, que tengo que rellenar chorrocientos tokens, digo palabras. Y lo primero que suelta, p’alante Manué. Lo explican, además, como si fuera un experto en relaciones internacionales. Es la versión low cost (y en invierno, más calentita) de salir a la calle y preguntar a gente aleatoria que se pasea ajena a la política internacional. La clave es que la IA da tantas opciones que incluso una es la Antártida. Falta por proponer la Luna, Marte, Ganímedes, Raticulín, Dagobah o Tatooine, que son lugares recónditos a donde no llegaría jamás una eventual guerra nuclear.
Otro. Otro perrito piloto: «Cuáles son los nombres menos atractivos de 2025, según la inteligencia artificial«. Esta me gusta particularmente porque si tú te vas a ChatGPT o cualquier otro sistema de IA conversacional y le pides los 10 nombres menos atractivos y seguidamente le vuelves a pedir 10 nombres más, te dará veinte nombres igual de válidos en la primera como en la segunda petición. Uno porque la IA sabe sumar, que es una cosa muy buena que tienen los ordenadores; y otro porque es un sistema de generación de texto muy sofisticado pensado para darte lo que le pides. Y si se lo tiene que inventar, se lo inventa. Con lo cual el valor del artículo es nulo. Haces tú la pregunta a la IA y te dará lo que quieras, no necesitas ir a ese diario para saberlo. Pide y se te dará. Oh, la magia.
Pero lo que más me fascina de todos estos artículos que nos invaden cual Skynet del mal gusto son los del futurismo. Los que convierten a unos procesos complicadísimos de algoritmos de transformers, LLM sofisticados, grandes cálculos de probabilidad, ingentes cantidades de agua para refrigerar, millares de horas de preprocesos, alimentación de modelos, crossvalidación y cien firilibasturcios más, en una especie de Rappel con esteroides. Mirad: «Cuál será la fecha del próximo apagón eléctrico en el mundo, según la inteligencia artificial«. Pues espera, mira, ahora va Aramis Gepeter, le echa un ojo a los posos del café, las runas mayas y Piscis en la casa de Aries en conjunción con Géminis y te da en concreto que se apagará la luz a las 22:47 del viernes que viene justo cuando estaba el mejor momento de tu serie preferida. Jódete.
No seré yo el gran anti IA del mundo, la verdad. Por trabajo la uso a diario (me dedico últimamente a ser la cabeza pensante de cómo integrar nuevas funcionalidades con inteligencia artificial, así que imaginad) y por diversión la uso en la cuenta de Instagram para hacer chistes malos (sí, procesos complicadísimos en pos de la tontería extrema). Está aquí para quedarse, pero como todas las herramientas potentes y nuevas, hay un mal uso y un buen uso. Si se usa para generar contenido sin ton ni son o para manipular imágenes con mala intención o para engañar o para controlar el conocimiento, ahí me tendrán en contra; pero sé que con un martillo puedes abrirle la cabeza a alguien, y no por eso vamos a prohibir el bricolaje. Eso sí, si lo usas para hacer un artículo sobre cuántos golpes necesita la IA para colgar un cuadro, me tendrás enfrente.

