El GPS, para no perderse

Todavía no está implantado en todos los coches de serie y sigue viéndose como un complemento pijo, pero cada vez hay más coches que los llevan y sirven para rellenar páginas de sucesos con algún que otro despiste debido al GPS. Para los despistados, sus siglas significan Global Position System, sistema para posicionarse con un globo, o algo así. Algunos españoles quisieron darle salero al sistema y lo implantaron como el Ganas de Perderse eStúpidamente. A cuya acepción me acogeré para elucubrar tonterías en los párrafos que siguen.


Viajar en coche siempre ha sido una odisea, desde aquellos viajes de Paco Martínez Soria con la gallina en la baca y la vaca en un carro a remolque hasta los actuales con la bici en el remolque y la suegra en la baca. Las dificultades en la carretera y la ambigüedad de algunos carteles han hecho que llegar al lugar de destino se haya convertido en poco menos que misión imposible, o por lo menos complicada. Antes se usaban cartelitos con flechas que servían para que en los dibujos animados el Correcaminos al pasar rápido le diese la vuelta y el Coyote acabase empotrado en el suelo. Con lo cual eran peligrosos. Sobre todo si eras un Coyote.


Los carteles fueron mejorando con el tiempo, pero debido a que el uso del dedo chupado al viento para saber a donde dirigirse fue cayendo en desuso, nuestro instinto animal de orientación se fue atrofiando. Así pues, se inventaron los mapas de carreteras. Los mapas eran tan bonitos y tan grandes que a veces no sabías si habías comprado una guía para orientarte o una sábana para taparte en las noches al raso perdido por esos pueblos del mundo. Eran enormes, empezaron a usarlo en rallys cuando Carlos Sainz se iba de picnic con Luís Moya que iba diciendo: «Ojo derecha rassshh, cuidado que abro mapa izquierda ojo, perdón, rass, sssaassaaar no veo la carretera rasss, ojo jabalí, ostias». Y Carlos Sainz con un ojo menos y el coche empotrado. Después empezaron a usar blocs de notas.


En la vida normal esto también era un problema y apareció la Guía Campsa, que era un tocho de mapas igual de grande pero con una espiralcilla en plan libreta. Como las posibilidades de perderse eran las mismas decidió alguien inventar el GPS. El GPS se instala en el ordenador de a bordo del coche o externamente, eso sí no probéis de instalarlo en el ordenador del 600, que en el salpicadero no saldrá la ruta. En la pantallita tú le puedes poner a dónde quieres ir y una voz preciosa te irá guiando: «A tres-cientos-metros giire, a la-derecha» «Coja-la primeera salida-a-la derecha» Que al final estás por invitarle a un café a la chica de la voz, tantos viajes juntos y siempre dice lo mismo, al final tienes curiosidad por saber qué ha estudiado o algo. Debe de ser una carrera: «Dictadora de rutas en coches». Con sus asignaturas de: «Cómo hacer que no se note que está grabado», «Pruebas de teleoperadora en Ya.com» o «Barrio Sésamo: diferencias entre izquierda y derecha». Para los que estéis interesados.


El problema es que mucha gente se lo toma todo muy al pie de la letra. Incluso algunso se estresan enseguida. Le sueltan por el GPS: «A 200 metros gire a la izquierda». «Paquiii, cuanto son 200 metrooo, que yo esa clase no fuiii, ¡mecagonlaleshedelcopónbendito!» «Espera cariño, que yo te cuento, debe de sé lo mismo en segundos, a la de un, dos, tres, ya giras» «Vale» «Uno… dos… tres… ¡ya!» Y un peatón más que acabó empotrado con una farola. «Miff dienffeeff» gritó el pobre. «¡3000 puntos en el Carmaggedon!» gritó el conductor. Y es que hay que ir con mucho ojo con esto, que más de uno ha seguido a pies juntillas lo que decía el GPS y ha acabado perdido en el bosque buscando setas. «Sí, yo iba a Canterbury, pero el GPS me dijo que me metiera por aquí y yo que sé, a lo mejor era una señal divina que me decía que debía dedicarme a ser ermitaño y dejar el mundanal ruido de la ciudad, y aquí estoy, con mi barba de Matusalem y comiendo arañas a la brasa» declaró un desorientado.


Además, eso no deja que el palurdismo de algunos conductores no haga que el GPS funcione peor de lo que debería, como aquel que puso Hamburgo en vez de Burgos en el lugar de destino y acabó en Alemania comiendo Bratwurst o como leches se diga. «Yo noté algo raro cuando vi que los letreros estaban en idioma raro, pero como Burgos está cerca del País Vasco pues me dije, a lo mejor es que se están integrando» comentó Pepe, el perdido, que después de todo esto se montó una hamburguesería en Hamburgo y le va la mar de bien. Y es que las tecnologías tienen estas cosas, que en manos de incautos son más peligrosas que un mono con un bazooka, aunque haya algunos que les ha servido para prosperar en tierras extranjeras, cosas que pasan.