Una mujer pide ayuda a los bomberos tras perder las llaves de su cinturón de castidad
Al grito de «¡¡Que alguien apague mi fuegoooo!!» una mujer italiana acudió a una estación de bomberos de Padua, al norte de Italia, tras perder las llaves de su cinturón de castidad. Al principio la mujer de mediana edad no quiso definir exactamente de donde había perdido las llaves, pero tras varias pesquisas y porque evidentemente si los bomberos no sabían qué tenían que descerrajar poca cosa iban a poder hacer, la mujer se bajó los pantalones y les dijo: «Abridme toda, bomberos míos».
Todos sabemos de la buena fama que tienen los bomberos entre el público femenino, probablemente culpa de esos calendarios donde salen todos en bolas y se dibujan la tableta de chocolate en el abdomen. Cuando todos sabemos que eso de la tableta es un mito, ¿verdad? ¿VERDAD? Y ya ni hablamos de los múltiples juegos de palabras que pueden surgir tras mezclar las palabras fuego y manguera que han dado lugar a innumerables equívocos en incontables estaciones de bomberos alrededor del mundo. Así pues, ¿era esto una excusa de lo más barata que tenía esta mujer para enseñarle el parrús ardiente a unos pobres y desvalidos bomberos? Yo digo sí.
Porque hoy en día, ¿quién usa cinturón de castidad? ¿Algún padre preocupado de que su hija no llegue a doncella y poder casarla con el caballero Don Quintín de las Flores Silvestres del condado de Puturrufú? ¿Existen aún fabricantes de cinturones de castidad de hierro? Pues por lo visto sí. Ella dice que se lo puso para evitar embarcarse en algún tipo de relación sexual, en una especie de promesa que ella era consciente de que era incapaz de cumplir. Seguramente llegó a la estación en plan: «Sólo aquél que sea capaz de abrir la llave de mi corazón, podrá llegar hasta el fondo» – y continuó: «¡Y estoy absolutamente convencida de que está en esta estación de bomberos! Piratones, mmm».
Los bomberos, visiblemente avergonzados por la embarazosa situación, desabrocharon el cinturón de seguridad con un simple chasquido de dedos. Algo a lo que por lo visto están muy acostumbrados. «Cada dos por tres nos llega una loca como esta» – comentó un bombero anónimo. «Hubo una que se incendió los pelos del chichi y todo, menudo destrozo, los calendarios nos están haciendo mucho daño, ¡tenemos vidas que salvar! ¡No hay tiempo para estas cosas!». Seguiremos informando. O no. Probablemente no.