¿Cómo llevan los niños el hecho de cantar el Gordo?

A partir de entonces: la popularidad
Como todos habréis podido apreciar gracias a la iluminación de las calles y a un ligero aumento de vuestra barriga, ha llegado la Navidad. Yo he recibido la buena nueva recuperándome de estar con 39 en la cama atiborrado de pastillas. Aunque podríais pensar mal, no era una orgía loca con drogas de diseño; era un constipado del copón que aún me mantiene haciendo pijaming todo el día. De la Navidad, en general, he hablado bastante en este blog. Aún así, siempre queda algo por decir y uno de estos temas que me vinieron a la mente durante la semana fue el de los niños de San Ildefonso. Esos niños tan majos que dan alegría a esos actores que celebran en las calles que les ha tocado la Lotería de Navidad. 
«Sí, nena, yo dí el premio»
Antes de seguir, me gustaría pedir a todos los futuros padres de la sala que se planteen seriamente ponerles de nombre a sus hijos Ildefonso. Se está perdiendo el nombre. ¿Cuánta gente conocéis que se llame así? Con lo que molaría tener un amigo al que decirle: «¡Qué pasa Ilde!» O no. Pero da igual. Prosigamos. Para los lectores que me lean más allá del Océano Atlántico y no hayan huido despavoridos a estas alturas del post, les resumo rápidamente en qué consiste esto de los niños y la Lotería de Navidad. La gente compra unos boletos a 20 euros, que es una pasta, así a bote pronto. El día 22 de Diciembre ponen a unos niños en traje de repipi al lado de unos bombos gigantescos. En un bombo sale un número y en el otro el premio. Un niño grita con cantinela: «Trecemilcuatrociiiientosnoventaycuuuaatro» Y el niño de al lado con la misma cantinela grita: «Miiiil eeuuuros». Antes era cientocincuentamiiiiiil pesetas y molaba más, pero eso da igual ahora. El caso es que llega un momento en el que uno de los niños grita que el número tiene como premio tres millones de euros y todo el mundo se pone loco perdido. Y ahí quería llegar yo.
Los niños que dan el premio Gordo lo llevan cantando con la satisfacción del deber cumplido y de ser los protagonistas del día. Saldrán en la tele a todas horas mezclando sus imágenes con las de gente tirando cava por la calle y gritando que van a tapar agujeros. Con lo mal que suena eso. ¿Cómo llevan, pues, todo ese protagonismo? ¿Son luego unos creídos inaguantables que están todo el día diciendo lo bien que cantaron sin desafinar un ápice el premio Gordo de la Lotería? Yo me los imagino por los pasillos del colegio saludando a las chavalitas. «Eh nena, ¿cómo va eso?« O algunos del plan: «Yo canté el Gordo, ¿pero quieres ver de verdad algo Gordo?» Y se convierten en el chico más popular del insti como en las pelis americanas. Aquí en vez del capitán del equipo de fútbol americano es el repeinao de la Lotería. Spain is different.
Pero claro, todo eso debe de funcionar en el primer año en el que el chaval dio el premio. Pero al siguiente año habrá otro nuevo que lo dará. Y al otro, otro. Y así sucesivamente. Hasta que el chaval tenga 17 o 18 años y nadie se acuerde ya que él fue el héroe del 2010, aquél que gritó a los cuatro vientos que el 79250 fue el número agraciado. Y poco a poco irá cayendo en el olvido y empezará la peli triste de su vida. «El  premio olvidado». 
«Ya no me sale la cantinela»
Caminará por las calles cabizbajo, chutando las piedras a su paso, con el viento despeinando su pelo engominado; pensando «debí comprar Giorgi» mientras el frío empieza a calar en sus huesos. «¡Yo canté el Gordo en 2010! ¿Por qué la gente ya no me hace caso? ¿POR QUÉEÉ?» Todo eso, después de que le entrara a una chica en la discoteca usando su mítica cantinela: «Si quieeeres, te invitoooo a un cubaaaataaaa» Y le responden: «Veeeete a la mieeeerda» Un drama.
El chaval tendrá que continuar su camino, lejos de la fama y los focos que le vieron triunfar un año de Navidad, en el que cantó como nadie la suerte de la gente de su país. Todos parados, como se podía ver en la tele, aunque quizá le tocó otra vez a Fabra y nadie se enteró. El pobre niño de San Ildefonso, seguirá con su paseo por las calles de Madrid, buscando nuevas técnicas para ligar y acabará en un bar, pidiéndose un whisky doble sin hielo y se sentará delante de la máquina tragaperras a echar unas monedillas. Entonces, se le acercará un hombre con barba y tos carajillera: «No eches ahí, o te convertirás en un ludópata» A lo que responderá: «¿Qué me vas a contar? ¡Yo canté el Gordo del 2010! ¿No es de ludópatas comprar 100 números de Lotería? ¿Eh?» ¿Lo es? Fundido a negro con música de villancico pocho. 
Críticas de la peli: 
«Estremecedora, un soplo de aire fresco en el cine patrio, lo sé porque a mí me tocó ese número» Manolo Tería , ABC ***
«Una gran metáfora sobre la fama efímera que nos transporta a un mundo interior fabuloso» Juanpa Jasmentales, El País ***** 
«Una puta mierda infumable de cine español subvencionado por ZParo» – Suso Plagaitas, La gaceta de Intereconomía. * 

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