Como sardinas en lata en la discoteca


«¡¡Ese – DJ – no – se – enrolla!!»

No hace mucho me encontré a un colega en un conocido pub de mi pueblo. Nos saludamos mientras una marea humana empujaba a uno hacia un lado de la discoteca y al otro hacia el otro. Gritando a lo lejos, con tres costillas magulladas y una uña del pie perdida en el pisotón número seiscientos noventa y cuatro me dijo: «¡¡Tienes que hablar un día en tu blog del movimiento de las placas tectónicas!!» Y yo: «¿¿Quéeéée??» En realidad me estaba diciendo que hablara de las aglomeraciones en las discotecas y con la música y la marabunta no se oía bien; pero al fin y al cabo una cosa no se diferencia tanto de la otra…


Y más en estos días navideños en los que estamos. Curiosamente, en fiestas se producen unos comportamientos que cuesta entenderlos. Hay gente que no sale nunca ni aunque les pagues. No les gusta, no es lo suyo. Hay otra que sí les gusta, pero no salen cuando se echan novia; haciendo buena la frase de la canción de la Cabra Mecánica: «Es la falta de amor la que llena los bares». Luego la canción continúa con «son tus labios para mí un plato de calamares», pero eso no es tan poético.


Al grano, son personas que no les gusta salir. Pues bien, cuando les preguntas si van a salir cualquier día no salen; pero si lo haces en fiestas: «Hombre, claro, son fiestas, hay que salir». Y precisamente es el peor día del año para ello. ¡Si justamente es el día en el que no se puede estar en ningún sitio! Todo aglomeraciones. Gente por un tubo… Claro, toda la gente que habitualmente no sale decide salir… Salen hasta tus padres, los treintañeros con hijos salen y también se llevan los hijos. Que ves a un niño en el bar tomándose un whisky con hielo y todo. «Un día es un día». Y el niño en mitad del bar cantando la canción de Pokemon encima de la mesa de billar. El despiporre padre.


Así que los bares, los pubs musicales, las discotecas, tooooodos están a tope. Cuando entras lo primero que piensas es: «Mira, hay ambiente». Y cuando llevas un rato sudando con todos ya piensas: «Uf, qué ambiente… Más cargado» – mientras haces aspavientos con las manos. El calor humano, que hace lo suyo. Eso si has encontrado algún hueco donde ponerte. No hay ni un puñetero sitio, está todo el mundo agrupado como puede. Pero siempre hay un lugar vacío, ese oasis de la soledad donde puedes bailar tranquilo… Y congelado. Es donde cae el aire acondicionado y no hay huevos de ponerse debajo.


Donde suele haber más aglomeración es en las entradas al lavabo. Sobre todo el de las tías. Las chicas, entre que se tienen que sentar, limpiar la taza, poner papel alrededor de toda la taza, mear, limpiarse lo bajini, levantarse, vestirse, cotillear con la amiga que está delante suyo mientras mea y le mira el chirri, oish nena depílate que estás como Chewbacca, se pone la otra, vuelve a hacer lo mismo y terminan… ¡Hay una cola interminable! Y ponerse al lado del lavabo es estar totalmente rodeado de gente. Eso sí, de chicas. Por lo tanto también está lleno de hombres que piensan: «Pongámonos aquí, que por aquí tienen que pasar todas y no hay que dar vueltas por la discoteca para ver como está el patio». Los ligones vagos, están ahí.


Así pues, la zona del lavabo es un lugar en el que no podrás moverte. Aún gracias que puedes pestañear. Pero claro, aunque sea uno de los lugares donde haya más follón de gente, en realidad toda la discoteca está prácticamente igual. Y existe una ley de Murphy no escrita que a partir de ahora lo estará: «Allá donde te pongas siempre será el pasillo por donde pasa la gente». Siempre. No falla. Sea donde sea donde te pongas, el pasillo pasa por tu lado, seguro. Entonces haces un ligero movimiento del baile pie-pie – baile que tengo patentado para estos casos y consiste en mover dos veces un pie al ritmo de la música, para seguidamente mover dos veces el otro pie, y así sucesivamente, es infalible – y al momento alguien te está empujando para hacerse hueco. «Perdón, perdón» «Auuuuugghhh» No, no es que te hayas convertido en el hombre-lobo. El cigarrillo te ha quemado la mano. Desde aquí un aviso a todos los fumadores del planeta, cuando vayan a pasear por una discoteca llena de gente: apaguen el cigarro, o llévenlo en alto, o algo.


Y una vez ha pasado uno, pasan todos. Porque cuando una discoteca está en el máximo de su aforo, o en el máximo de su aforo más lo que permita la policía que tiene el día tonto; la gente no camina de un lado a otro: va en oleadas. Como si de movimientos de dinámica de fluidos se tratase, la gente va moviéndose de un lado a otro de la discoteca, ¡incluso sin querer! ¿Quién no se ha encontrado nunca al lado de la barra y ha terminado en la salida de emergencia del otro lado sin darse cuenta? «¿Y mi chaqueta?» «No sé, estaba aquí al lad… ¿Dónde estamos?» ¡Pasa siempre! Y luego están las oleadas de gente que va a ciertos lugares. Tienes que cogerla como si fuese el tren. «¿A dónde vais?» «¡Al lavabo!» «¡Hazme hueco que voy pallá!» Y allá que vais como una conga sin ritmo y a empujones.


Así estás toda la noche, como una sardinita en lata, pegado a otras sardinas sudorosas, aunque no de aceite de oliva. Sin poder moverte apenas, aguantándote a duras penas de los empujones que recibes, decidiendo ir a mear diez minutos antes de que te entren ganas y bailando al pie-pie continuamente. Pero así son las fiestas, y esta es la belleza de salir en esta época. ¡Feliz Navidad a todos!

2 Respuestas

  1. 30/01/2012

    […] y todo el espectáculo de fluidos corporales que deja tras de sí. El último como suele ser en la discoteca, se suele achacar al garrafón que es otra excusa que jamás ha sido verificada. Si toda la gente […]

  2. 12/06/2014

    […] y pitiminí y me voy a casa a dormir”. Mal. Te has equivocado de lugar. El viernes fue fiesta hasta las tantas y eso que habían escondido parte del alcohol para que la gente guardara fuerzas […]

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