Los minizoos

El otro día no se ni cuando ni como ni por qué me vinieron a la cabeza los minizoos, no se si fue en una conversación con alguna amiga en el tren o por el messenger, el caso es que me acordé de ellos y mi primer pensamiento sobre ellos fue: «Que pesturrio que echan los malditos minizoos».



Es increible la peste que desprenden esos locales, es que se huelen en toda la manzana y las de alrededor de donde haya un minizoo. A veces vas por la calle y te preguntan:



– ¿Dónde está el minizoo?

– Siga el olor señora…



Y lo encuentran. Es tremenda la acumulación de olores, entre olor a pienso de los animales, que mira que huele mal; el olor de las cacas de los bichos , de los meados, yo ya creo que ni los dependientes se duchan con tal de estar al mismo nivel que la tienda.



Luego están los animales que hay dentro. Hubo un tiempo que se veían perros y gatos metidos en jaulas, creo que lo prohibieron, y no me extraña, los pobres animales (que ya de por sí meter un animal, sea cual sea, en una jaula es cruel) no cabían en las jaulas. Se hacían sus necesidades allí dentro, no los sacaban a pasear, «por dió» ¡deseabas que alguien los comprara! Pero claro, como los iban a comprar, con ese estado lamentable y con la peste que echaba dentro, solo faltaba que con la pasta que costaban durasen lo que los peces de pecera…



Que esa es otra, yo creo que los peces de pecera duran más que lo que en realidad duran, que los tienen en el minizoo durante meses sin vender, y cuando los compra alguien, se dan la vuelta y le meten una jeringuilla con la que el pez durará 2 días si tiene suerte. Y así continua el negocio, ¡compra más peces! No vas a tener una pecera vacía que queda feo…



Todo eso, claro está, si antes de entrar al minizoo no te has desmayado con el olor…